Charles Dickens, la pequeña Dorrit y unas copas nevadas

Imagen de dos copas nevadas

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La lancha estaba llena de agentes con tricornio. Dichos funcionarios desembarcaron y todos los viajeros que habían tenido que cumplir con la cuarentena se agruparon a su alrededor. Los hombres del tricornio sacaron papeles, hicieron listas, hubo gritos, firmas, pegadiza de sellos, todo lo cual dio por resultado una serie de documentos indescifrables llenos de borrones.

Luego los viajeros quedaron en libertad y después de atravesar el puerto en barca se reencontraron en un gran hotel del cual el sol estaba excluido por tupidas celosías, y donde los suelos desnudos, los techos altos y los resonantes corredores templaban el intenso calor. Una gran mesa que ocupaba un amplísimo salón se halló de pronto cubierta por un soberbio festín y ante todo ello, la imagen del odiado lazareto se dejaba en el olvido ta que todos los ojos se iban hacia manjares exquisitos y delicados, auténticas gollerías, y frutas meridionales como naranjas, albaricoques, caquis, melones...y vinos de todas clases puestos en fresco, pastelillos genoveses y otra repostería...y helado hecho con nieve de las cimas…».

Este texto forma parte de un episodio de la novela de Charles Dickens La pequeña Dorrit que como vemos nos habla de los antiguos ‘nevaters’ de cuando no existían las fábricas de hielo y aquellos hombres de la montaña recogían la nieve en depósitos excavados en las alturas, para luego trasladarla a la ciudad, donde se convertiría en sorbetes. Charles Dickens (Portsmouth, 1812-Gadshill, Kent, 1870) que antes de ser un gran escritor y periodista ampliamente consagrado, tuvo que vivir una infancia y juventud desdichadas y que serían recogidas en la temática de sus novelas.

Novela de Charles Dickens.

Pero vayamos a la evocativa receta, buena para esta época del año. Disolvemos ocho cucharadas de leche condensada en dos vasos de agua y la ponemos en un cazo al fuego. Luego, tomamos cuatro huevos y separamos las yemas de las claras y batimos éstas a punto de nieve. Cuando la leche esté muy caliente vamos vertiendo a cucharaditas las claras. Disolvemos en agua fría una cucharada de harina de maíz, la mezclamos con la leche caliente y las yemas y removemos el preparado. Lo cocemos al baño maría y luego de que espese convenientemente, lo dejamos enfriar, lo repartimos en copas de cristal y lo metemos en el frigorífico hasta la hora de ser servido.