Los vecinos de las urbanizaciones 'llucmajoreres' que rodean a la macrogranja denunciada por las entidades animalistas ARDE y Satya llevan años soportando los efectos de la explotación de Son Perot. Su lucha no ha empezado con el vídeo que han logrado documentar los ecologistas sino varios años antes, ya en 2019. Nati García, la vecina que convocó la primera concentración de afectados, explica que «desde hace seis años se vienen produciendo episodios de emisión de gases y olores insoportables que provienen de esta granja de gallinas ponedoras. Es algo que hemos expuesto en redes sociales y a través de quejas y denuncias en el Ajuntament, en Medi Ambient; todos tienen conocimiento de lo que ocurre aquí desde 2019», explica indignada.
Se sienten impactados tras las imágenes que han salido a la luz. «No sabíamos nada de lo que pasaba ahí dentro, en las condiciones que estaban los animales», exclaman sorprendidos. Ahora, su preocupación ha aumentado. «Yo nunca he estado dentro, una vez nos reunimos con el abogado de la granja y le pedimos una visita. Nos dijo que sí pero luego nos dio largas hasta que nos dimos cuenta de que no quería que fuéramos. Este vídeo inédito añade más carga a los problemas que teníamos. No sabemos cómo ha podido afectar esta exposición al amoníaco y a los insectos», cuenta Xisco Amaya, otro vecino afectado que vive a 600 metros de la granja.
«Esta misma mañana, un vecino contaba que su padre no puede venir a verle desde hace un año. Tiene problemas respiratorios y cuando se remueve el estiércol, el aire podría afectarle. Cuando el olor es fuerte, muchos sufren dolores de cabeza. Náuseas, mal cuerpo, ganas de vomitar. Hay gente con problemas de asma, respirando todo esto. Personas inmunodeprimidas. Las moscas. Usar insecticida todo el rato. Yo no soy una experta pero respirar este amoníaco y estar rodeado de insectos, no es saludable», dice Nati rotunda.
Xisco se ha acostumbrado a vivir encerrado en su casa. «Es que sales fuera y es repugnante, no se puede estar ni mucho menos comer fuera. Cuando no es el olor, son los millones de moscas. Tuve que poner mosquiteras por todo, ha habido momentos en los que tenía más de cien moscas dentro de casa. Insoportable. Cuando airean las naves, con esos ventiladores potentes, huele a pollo como si lo tuvieras dentro. Y ya no sólo el dolor, ahora los patógenos, las enfermedades que puedan haber llegado hasta aquí», manifiesta con preocupación.
El inicio de su odisea
Precisamente, Xisco Amaya, llegó a la zona en 2021, compró su casa en septiembre y en cuánto se mudó un mes después, «descubrí los episodios diarios de olor nauseabundo, cargado de amoníaco; no teníamos ni idea de donde venía», explica. Al preguntar a otros vecinos de las urbanizaciones próximas, se topó con la infinidad de quejas existentes sobre la macrogranja. «En aquel momento nos dijeron que no podían hacer nada, que tenían todos los papeles en regla; así que nada, lo dejamos así. Luego llegó 2022 y todo fue a peor. Fue terrible», cuenta.
Se refiere al primero de los perjuicios que sufrieron los alrededores de la avícola: el tremendo y pestilente olor que emanaba de la actividad que se llevaba a cabo. Xisco se reunió con los demás vecinos en Badia Gran, convocados por la propia Nati. «Decidimos intentar una dirección conjunta para resolver el problema. Presentamos un escrito solicitando información porque desconocíamos la situación de la granja, no sabíamos si tenía autorización ambiental, cuántas gallinas había; etc. Y recibimos contestación. Resulta que no tenían autorización y que traspasaban expediente a Medi Ambient, a Agricultura y al Ajuntament de Llucmajor», narra.
Xisco se ofreció como 'investigador' de la parte legal y buceó en papeles durante un tiempo hasta que logró averiguar que la explotación contaba con más de 100.000 gallinas y por tanto, era de aplicación la Autorización Ambiental Integrada; el permiso que no tenían en regla. «Me gustaría saber por qué no se ha hecho nada. Había diferentes vías abiertas para solventarlo y no han hecho nada. A día de hoy seguimos sufriendo los perjuicios de una actividad que no tiene los permisos correspondientes, la administración lo sabe y no actúa. ¿Qué más esperan ver después de este vídeo?», se pregunta Nati.
Los afectados exigen el cierre y desmantelamiento absoluto. Consideran que la actividad es irregular y que aunque se haya presentado un proyecto de adecuación, «no es autorizable», dice Xisco. Los vecinos presentaron alegaciones y todo se paró. «Ni se ha desestimado ni se ha autorizado; y ahí sigue la granja, durante dos años funcionando de manera totalmente ilegal y con la administración mirando para otro lado», declara.
«Que nos digan que están adecuando las instalaciones es vergonzoso. Pretenden que en lugar de oler mal de lunes a domingo, lo hagamos los lunes, martes y miércoles. Me suena a cachondeo. Es indignante. Me da igual que hayan ido hoy a verlo, no tienen autorización. Nuestros derechos no pueden ser pisoteados por una actividad privada. La ley es para todos. Ni el Govern, ni la Conselleria, ni Agricultura, ni el Seprona, ni el Ajuntament; no se ha hecho nada y seguimos aquí, literalmente, tragando mierda», zanja esta vecina.
Está claro que las empresas deben cumplir las normas de higiene y bienestar animal. No hay nada que negociar al respecto. No puedo juzgar cómo se gestiona esto en la granja de Lluchmayor. Los propietarios de la granja afirman que las fotos de animales y ratas muertos son falsas, y los defensores de los derechos de los animales y los opositores a la granja afirman que la granja no cumple la normativa. Entonces, ¿por qué los responsables municipales no mueven de una vez sus traseros hasta la granja para investigar? Yo vivo en Bahía Grande, y sí, de vez en cuando huele mal cuando se limpian las instalaciones de la granja. Pero me parece que, como esto sólo ocurre unas pocas veces al año, sigue estando dentro de lo aceptable. Y seamos sinceros: todo el mundo quiere comer huevos y aves, pero nadie quiere las granjas cerca. ¿En qué hay que ponerse de acuerdo?