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La última peste de Europa se cebó con Mallorca

La epidemia de peste provocó muchas muertes en el Llevant de Mallorca y propició un gran cambio social y económico. | Redacción Part Forana

| Manacor |

Yersinia pestis ha sido uno de los patógenos que más daño ha infringido a la humanidad, provocando tres pandemias de peste negra bien referenciadas en Europa y Asia. Curiosamente, la última zona afectada por la epidemia en el Viejo Continente fue el Llevant de Mallorca durante 1820, y hay quien dice que el culpable fue el estraperlo. El destino quiso que la conmemoración de los 200 años de aquellos hechos fuera la antesala de una nueva batalla en la comarca y en toda la Isla contra un virus menos mortífero pero igualmente peligroso.

En los tiempos inmediatamente posteriores a lo peor de la pandemia de coronavirus cuesta admitir que todo tiempo pasado estuvo más plagado de dificultades que la actualidad. Coincidiendo con el segundo centenario de aquellos hechos, además de charlas y exposiciones repartidas por toda la geografía local, se puso en marcha un proyecto para obtener muestras de ADN provenientes de restos humanos de los afectados de la última epidemia de peste en Mallorca. Sin embargo, la pandemia del SARS-CoV-2 primero y la crisis energética, económica y social posterior han impedido continuar con el proyecto tal y como estaba previsto.

En concreto, el investigador Joan Riera ha elaborado un trabajo que se focaliza en las herramientas bioinformáticas que permitirán analizar las relaciones evolutivas entre los diferentes tipos de bacterias que han provocado esta enfermedad a lo largo de la historia, y aglutinar suficiente información para abordar el análisis de la cepa causante de la epidemia en 1820 en el Llevant de Mallorca cuando sea posible. Ello nos permitiría obtener más evidencias de lo que ocurrió en aquellos tiempos convulsos en nuestra tierra, tiempos especialmente difíciles en la parte del este y el nordeste.

Para dimensionar los hechos de los que hablamos cabe mencionar dos datos: la enfermedad causó la muerte de seis de cada diez habitantes de Son Servera y un 35 % de todos los de Artà. Muchos más 'regaron' la geografía de Manacor y Sant Llorenç en unos momentos en los que los conocimientos higiénicos y sanitarios eran a todas luces insuficientes, especialmente entre el común de la gente, motivo por el que el virus campaba a sus anchas. Tanto es así que se tardó semanas en establecer un cordón sanitario para aislar la zona infectada. En consecuencia, cuando se quiso actuar ya era muy tarde y la comarca estaba llena de casos.

Estatua del 'pastoret' de Son Servera y homenaje con motivo del 200 aniversario de la peste. Foto: R.P.F.

Los datos varían algo. Unos dicen que fueron unos dos mil los mallorquines muertos por este brote. Hay quien incrementa los registros hasta las tres mil víctimas mortales. Sólo la gravedad de la pandemia de 1918 –la celebérrima gripe española– la superó y, así, la acabó por arrinconar en la conciencia social y colectiva, quedando guardada en un cajón del imaginario común hasta que los especialistas y los divulgadores volvieron a rescatarla del olvido. Hoy en día, en la localidad de Son Servera, podemos admirar la estatua de un pastoret con su capote que pretende hacer justicia y recordar a las personas que tuvieron que lidiar con aquella terrible peste de hace poco más de 200 años.

Cómo ocurrio todo. Cuenta la leyenda que hacia mayo de 1820 un barco procedente del norte de África, probablemente de Tánger, se detuvo en el litoral serverí para enterrar a un marinero que acababa de morir por un extraño mal. Tras cubrirlo con arena le pusieron un capote encima y zarparon para nunca más regresar. No pasó mucho tiempo hasta que un humilde lugareño pasara por allí, descubriera la prenda y la remendara para protegerse con ella del polvo del camino.

Su llegada a Son Servera fue fulminante, y poco a poco todos empezaron a enfermar, incluido el propio pastorcillo, que sin quererlo y por desconocimiento puso en contacto a sus gentes con una terrible enfermedad. Claro está que esta es la leyenda y no hay forma humana de comprobar si un hecho así sucedió de verdad, tal y como narra la tradición popular, que durante décadas se transmitió oralmente de generación en generación, hasta que finalmente ha quedado plasmada en papel y en formato digital.

Si la investigación que traíamos a colación al principio de este artículo ve la luz y llega a buen puerto, tal vez se podría 'tirar del hilo' hasta descubrir el origen de la peste que acabó con la vida de muchos en la Isla. Sin embargo los expertos coinciden en que lo más probable es que la maldita peste bubónica llegara a Mallorca a bordo de un barco, probablemente dedicado al contrabando. En esta actividad los registros y controles brillaban por su ausencia, de modo que es factible que su huésped fuera un contrabandista de la orilla sur del Mediterráneo. Es comunmente aceptado el hecho de que el contrabando fue, durante largo tiempo, la vía de penetración más corriente de las enfermedades infecciosas que llegaban a Europa procedentes de exóticos y lejanos puntos. Por eso la red de lazaretos repartida por las Islas fue fundamental en años en los que las buenas prácticas de higiene no estaban tan instauradas y la salud pública adquiría una dimensión muy diferente a la que conocemos en nuestros días.

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