Como en todo día especial que se precie, lo primero que hace uno al levantarse por la mañana es sacar la cabeza por la ventana y mirar al cielo. Hoy, Sant Jordi, no solamente eran los libreros, editores y autores los que lo han hecho, sino todos aquellos que aman la cultura. Con la lluvia y las fuertes rachas de viento que protagonizaron la mañana del Día del Libro del año pasado, no es de extrañar que esta jornada haya arrancado tan pronto y con más ilusión que nunca. Ya por la tarde, esos miedos forman parte del pasado y la alegría se ha apoderado de los estands.
El hecho de que el Día del Libro haya caído en domingo ha propiciado que las familias de la Isla -también de la Part Forana- hayan llenado a rebosar las calles del centro. Las obras de la Plaza España han hecho que nueve librerías -de las 29 en total que participan- hayan tenido que reubicarse en el recorrido y han cambiado este escenario por La Rambla que, sin duda, ha sido uno de los grandes atractivos de este año, pues todas las floristerías estaban abiertas para ofrecer a los lectores más tradicionales las rosas para acompañar sus lecturas o para regalarlas.
Allí se reunió el grueso de los puestos que fueron atrayendo a los curiosos durante todo el día y convirtieron en la decisión de retornar a La Rambla en un acierto total, algo que el presidente del Gremi de Llibreters, Àlex Volney, aseguró que esperaba que fuera «el principio de algo» ya que llevan años desde el gremio pidiendo volver.
En este enclave es donde muchos han empezado su recorrido, que se despliega desde Vía Roma, el Paseo del Born, Plaza Mayor, San Miguel, Marqués del Palmer, Cort y también llega a Blanquerna. Además de los estands en las calles, algunas librerías también han podido abrir sus tiendas. De hecho, algunos lectores que querían más tranquilidad, un poco lejos del bullicio, han aprovechado para hacer sus compras en los establecimientos que, sin embargo, en algunos momentos, también han experimentado momentos de gran afluencia.
Algunos libreros comentaban que el buen tiempo también puede ser peligroso pues, el hecho de que sea un domingo tan soleado puede favorecer que muchos prefieran irse a la playa antes que pasear por Ciutat para comprar libros. Una preocupación que, de momento, parece que no se materializa, ya que todas las calles están a rebosar. «La playa no es competencia para Sant Jordi», asegura una veterana librera que, a su vez, recuerda que el del año pasado «fue el peor de mis 30 años en este oficio». La misma recuerda que hace seis años el Día del Libro también cayó en domingo y fue todo un éxito, así que, ¿por qué tendría que ser diferente esta vez?
De hecho, algunos comentaron también, ya entrada la tarde, que «ya tocaba un buen año» tras varios en los que la cosa no fue tan bien, ya sea por pandemias, lluvias o cualquier otra cosa. El mundo del libro celebra así su gran fiesta rodeado de buenas caras, nuevas portadas y un fuerte olor a rosas.