Ha llegado el momento. El día que el mallorquinismo llevaba más de veinte años esperando. La primera final para toda una generación, de futbolistas y aficionados, que se han encontrado de golpe frente a una cita con la gloria. Porque esta noche, en Sevilla y con más de veinte mil bermellones llegados por tierra, mar y aire desde todos los rincones del mapa para empujar desde uno de los fondos del estadio, se juega el partido de sus vidas (La Cartuja, IB3, Movistar y TVE, 22.00 horas).
Este sábado acaba algo un mes y pico de espera que se ha hecho larguísimo y puede empezar otra leyenda que sería eterna: la del Mallorca de Javier Aguirre y la segunda Copa del Rey. El equipo balear, con el que nadie contaba para la fiesta que se celebra esta noche, se ha ganado un sitio en la historia con un juego rocoso, un rostro simpático y mucha naturalidad. La imagen que dejó el grupo en Anoeta, riendo a carcajadas mientras aguardaba a que le sellaran el visado para jugar la final en lo que para otros es el corredor de la muerte, ha cautivado al espectador neutral y define lo que es este equipo, lo que significa y lo que arrastra. Más pequeño y menos armado que el Athletic, el Mallorca solo cuenta con esa pequeña gran ventaja en Sevilla. Está mucho más habituado a pelear por sobrevivir que por ir a recoger un trofeo. Está mucho más acostumbrado a sufrir entre las llamas del infierno que a jugar entre las nubes del cielo.
El Mallorca se planta en la última estación copera con todo lo que tiene. Aunque en el viaje también han colaborado otros futbolistas, los convocados para la final son los 24 que hay registrados en el vestuario de la primera plantilla. Algunos, como Omar Mascarell, van a llegar entre algodones al partido tras esos problemas físicos que le asaltaron en Mestalla. Otros, como Pablo Maffeo, llevan fuera de la circulación desde mediados de enero. Y entre el resto también los hay, como Rajkovic y Nacho Vidal, que ni siquiera han estrenado el contador de la Copa. Sin embargo, Aguirre no ha querido alejar a nadie de la pista de baile. Si la fuerza de este equipo está en el colectivo, todo el grupo debe tener abierto su turno de palabra.
En el cuadro bermellón los planes del técnico parecen claros. Aguirre construirá su once más significativo en torno a Dominik Greif, el superhéroe de las rondas anteriores. La pared que protegerá al eslovaco estará integrada por Gio y Jaume Costa o Toni Lato en los laterales, con Nastasic, Raíllo y Copete en medio. En ese supuesto se caería Valjent, que aunque tiene toda la confianza del técnico sale de una lesión y llega falta de rodaje.
En medio la más que presumible baja de Omar Mascarell deja a Samú Costa como el 'destructor' principal del equipo. Y lo más lógico sería que junto a él situara a Dani Rodríguez y Antonio Sánchez, que se plantan en la final con las piernas frescas. Para darle amplitud y destascar el tráfico si hace falta, el entrenador se guarda las balas de Sergi Darder y Manu Morlanes. Y arriba, aunque otro de los tipos de la Copa es Abdón, se prevé de salida una dupla formada por Larin y Muriqi. El Dimoni d'Artà, que ser reserva su clásico golpe de varita, seguro que tendrá una ventana por la que asomarse en algún momento. La gloria le espera.