La final de la Copa del Rey entre el Real Mallorca y el Athletic Club de Bilbao que se disputa este sábado 6 de abril en el estadio de La Cartuja en Sevilla puede resolverse a través de cinco claves. El choque tiene sobre el papel varios protagonistas que están llamados a marcar las diferencias en el encuentro por el título.
Greif y la muralla defensiva
Recuperado para la causa mallorquinista después de tres años, Dominik Greif está entre los candidatos a ser el MVP de esta Copa del Rey. En un puñado de encuentros ha dejado atrás los nervios y los problemas físicos que le habían maniatado desde que debutó con el Mallorca para destaparse como un portero de talla grande, frío, efectivo y, sobre todo, fiable. En las semifinales contra la Real Sociedad también acreditó su habilidad en los penaltis, una virtud esencial en un torneo de formato eliminatorio y con poco recorrido. Greif estará rodeado por una defensa que ha recibido muy pocos goles en las eliminatorias anteriores: los dos que le hizo el Girona en superioridad numérica en cuartos de final y el que le marcó Oyarzabal para estrechar el camino hacia la final. Este sábado, sin embargo, se enfrenta a uno de los equipos que más daño le han hecho en un partido de Liga.
Avalancha rojiblanca
Sin haber leído todavía el guion de la función, el Mallorca espera un inicio de partido de movido. El Athletic, que además de ser el gran favorito saldrá lanzado por el ambiente que se vivirá en La Cartuja, se presentará mordiendo y con la intención de hacer daño desde el primer minuto. Sin especular. Sin compasión. Armado por un centro del campo rebosante de recursos y con los hermanos Williams cargando un puñal por las alas, los de Ernesto Valverde saben que la mejor manera de acercarse al título es romper cuanto antes el plan inicial del Mallorca y obligar al cuadro balear a salir del cascarón y abandonar su refugio de seguridad. Los primeros minutos del encuentro pueden condicionar por completo el desenlace de la final.
Un partido largo
Si el Mallorca resiste bien al agresivo comienzo de final que le debería plantear el Athletic el partido debería ir virando hacia su terreno. Los de Javier Aguirre, sin tanta dinamita como para liquidar el encuentro por la vía rápida (en los dos partidos de Liga en los que se han enfrentado ni siquiera ha podido marcarle un gol), intentarán estirar el duelo como si fuera un chicle. Cuanto más largo sea, mejor le irá, más posibilidades habrá y más cómodo se sentirá. Así liquidó a la Real Sociedad en una eliminatoria que se fue por encima de los doscientos minutos y así puede desquiciar al conjunto rojiblanco, que está cuajando una temporada de cine.
La pizarra y la estrategia
Una buena parte de la Copa se resolverá probablemente a balón parado. El Mallorca, que domina la pizarra y cuenta con grandes especialistas en el juego aéreo, maneja un amplio catálogo al que puede sacarle punta, tal y como ha demostrado en otros muchos encuentros de su travesía por la temporada. Además, la sequía por la que atraviesan sus delanteros le obliga a mejorar el rendimiento en otras facetas del juego y a afinar la puntería. Está forzado a rentabilizar su llegadas al área rojiblanca. Cada saque de esquina, cada falta cerca del área, supondrá un balcón abierto. El Athletic lo sabe y habrá tomado medidas. Valverde y los suyos vigilarán muy de cerca a Raíllo, Muriqi y compañía porque una parte del trofeo pasa por sus cabezas.
El factor emocional
Jugar una final va más allá de lo estrictamente futbolístico. Y si el Athletic es el gran favorito a ceñirse la corona por todo lo que puede volcar sobre el campo, el Mallorca también dispone de una pequeña ventaja. Ni es el favorito a levantar la Copa ni ha tenido que cargar con esa presión que sí puede padecer el conjunto vasco tras seis finales perdidas, cuarenta años de espera y una situación mucho más cómoda en el campeonato de Liga. El conjunto bermellón ya jugó muy bien esa carta en San Sebastián y justo en la eliminatoria anterior había sacado de la carretera a un Girona que venía gobernando en la Liga.