A las dos de la mañana, Bryan dormía plácidamente en el camarote del ferry Tenacia que le transportaba desde Valencia a Palma para continuar su trabajo en las obras de ampliación del aeropuerto Son Sant Joan; pero, aunque ya ha tocado tierra, no ha sido en Mallorca. Bryan acaba de llegar al puerto de Valencia tras una odisea que, tras más de dieciocho horas de angustia, llega a su fin.
«Por fin respiro un poco tranquilo, estoy cansado, agotado, pero ya voy recuperándome», explica. Viajaba junto a otros compañeros y una furgoneta en el aparcamiento de la embarcación. El susto llegaba de madrugada: «imagina estar durmiendo y de repente escuchar una alerta, una alarma, alguien que pide que despejemos rápido el interior, niños llorando, gente gritando por todos lados, han sido momentos de caos», narra.
Bryan supone que en el puerto podrá arreglar su situación laboral, porque «todavía no sabemos nada de nada, nos tendrán que dar una alternativa porque no podemos perder el trabajo, tendrán solucionarlo». Durante las horas de espera en la embarcación incendiada, la compañía ha ofrecido cafés y comida a los afectados, además de quince minutos de wifi gratis. «Es el momento en el que he podido avisar a mi familia de que estaba bien»; luego no ha podido disfrutar de más conexión ya que, como el incendio se ha producido en la sala de máquinas, tampoco podía realizar el pago para contratar más.
«Lo más complicado ha sido, sin duda, el cambio de barco, hemos tenido que lanzarnos por el tubo hinchable, a varios metros de altura, un par de raspones y a salvo. Ha sido como, literalmente, saltar de un barco a otro. Yo ahora sólo quiero estar en tierra», dice Bryan recordando el peor momento. Aunque cuenta que «mi mayor miedo era una explosión. Me he asustado de verdad cuando he visto al helicóptero y los bomberos bajando y accediendo al barco, era como una película», cuenta.
El joven trabajador lo tiene muy claro, lo importante para él ahora «es nuestra vida y la de todos los pasajeros, lo material se repone».
Adolfo también define lo vivido como una «odisea», además de «mal organizado por parte de la compañía». Para él, el peor momento ha sido el inicial cuando, sin luz en los camarotes ni en los pasillos, han tenido que «salir con lo puesto». El pasajero, camionero de profesión, ha vivido las dieciocho horas de rescate «en chanclas, bañador y camiseta; no hemos podido coger nada» y así mismo espera en Valencia que le adjudiquen un hotel en el que pasar la noche. «Nadie ha explicado nada, nadie ha dado la cara, no hemos podido ni bajar a los vehículos a por medicamentos siquiera», explica. Adolfo ha sufrido quemaduras en la espalda, brazos y piernas «saltando por el tobogán hinchable».
No es el único camionero de la embarcación. Pedro Pablo, viajaba hasta el tope de medicamentos que debían entregarse en Mallorca: «No sabemos nada de la carga, veremos el martes cuando el barco llegue a puerto, traía medicamentos y algunos, como las vacunas, requieren refrigeración a cuatro grados. Lo perecedero ya no valdrá».
Pérdidas que también sufrirá la empresa Palomero Cargo, ya que al menos, cuatro camiones viajaban en el interior del barco incendiado. Hassan, de 29 años, es conductor de uno de ellos. «Lo hemos vivido con muchos nervios, momentos de pánico, miedo, los niños llorando, poca información, ha sido difícil», explica. Su carga, de frutas y verduras, también va refrigerada y no podrá recuperarse; además de las heridas que he sufrido durante el rescate: «me he quemado brazos, piernas y dedos de los pies, me cuesta caminar y voy a tener que ir al hospital, no puedo hacer mi trabajo con estas heridas», zanja.