En la barriada palmesana de La Soledad el nombre de Pablo Campos Maya es sinónimo de poder, dinero y narcotráfico. Lleva más de 35 años dirigiendo el negocio de la venta y distribución de droga en la barriada con mano dura y un gran celo profesional. De los beneficios obtenidos por la venta de droga, el histórico narcotraficante comenzó a comprar inmuebles. De hecho, en la actualidad casi tiene una calle entera, por larga que sea.
El clan de Pablo Campos Maya, ahora desarticulado por enésima vez por la Policía Nacional, lleva desde finales de los años ochenta comprando pisos en la calle Teix, que han convertido en un fortín inexpugnable. Los investigadores de la Policía Nacional creen que, a día de hoy, los secuaces de 'El Pablo' controlan casi todo el barrio. El fundador permanece en prisión cumpliendo una condena por tráfico de estupefacientes, pero en su calle todo sigue igual. Con cámaras camufladas en las fachadas y techos que alertan de cualquier redada. Es importante destacar que 'La Soledad' se ha convertido en un auténtico 'Gran Hermano' donde todos los clientes son grabados.
Recuerdan los históricos de la Jefatura palmesana que en sus inicios 'El Pablo' colaboraba con su hermano, 'El Beni', y estaba bajo la protección de su suegro, 'El Emilio'. Peinaba melena y sonreía mucho. Incluso cuando lo detenían y lo sentaban en el banquillo de los acusados, en los juicios. Ya en los años noventa, su padre, que se llamaba como él, degolló a un hombre tras una pelea en un bar de la calle Reyes Católicos. 'El Pablo' siempre ha tenido una obsesión: pasar desapercibido, y esa trágica circunstancia le puso de nuevo en el punto de mira mediático.
Los vecinos de la calle Teix han ido vendiendo poco a poco sus propiedades, hartos de que los consumidores frecuenten la barriada, a todas horas. Y a través de testaferros, la organización ha crecido de forma exponencial, hasta acumular una fortuna en bienes inmuebles. Nadie quiere enfrentarse a 'El Pablo', y mucho menos en su territorio.
La banda empezó vendiendo heroína a los 'yonkis' de finales de los ochenta, aquellos escuálidos drogadictos que deambulaban por la calle Teix suplicando una dosis. Con los años, y el cambio de tendencia en el mapa de la droga, los acólitos de 'El Pablo' se han pasado a la marihuana y la cocaína. Su vinculación con el narcotráfico le ha supuesto a Campos Maya pasar más de diez años en prisión cumpliendo distintas condenas.
En 1997, cuando estaba preso en Picassent, en Valencia, obtuvo un permiso penitenciario y como la Audiencia de Palma le había comunicado otra condena, se escapó con su mujer. Pasó cinco años oculto en la Península, hasta que la Guardia Civil lo localizó en Málaga. Confesó que no lo había pasado bien huyendo continuamente; prefería la seguridad de su búnker palmesano. Decorado en excéntricos tonos dorados, que es su color favorito. Desde allí podía controlar el trasiego continúo de compradores que visitaban sus negocios: En un buen día, pueden pasar por allí 500 toxicómanos de Mallorca, apuntan las fuentes consultadas. Los beneficios, pues, son astronómicos y el clan, a día de hoy, sigue adquiriendo nuevas propiedades. Las pocas que quedan. Una voracidad sin límites para perimetrar por completo el barrio.