Con una inmaculada hoja de servicios en Broadway (seis años en cartel y otros tantos premios Tony), Kinky Boots desplegó sus lentejuelas por todo el mundo. Ahora, este musical protagonizado por Tiago Barbosa aterriza en el Auditòrium de Palma (sábado y domingo) para contar una de esas historias en las que la realidad supera a la ficción, invitándonos a reflexionar sobre la importancia de vivir con una actitud más alegre y positiva. Su trama mezcla las vidas de Charlie Price, propietario de una pequeña fábrica de calzado, y Lola, una drag queen criada en una rígida familia que jamás entendió su afición por los zapatos de tacón. Juntos, revitalizarán el negocio del calzado a la par que desafiarán las convenciones. Hablamos con Barbosa, quien se desdobla en la caracterización de Simon y la drag queen Lola.
¿Por qué decide hacer carrera en el musical?
Actuar me da vida, es una razón para existir en una sociedad que necesita de amor, empatía y razones para vivir.
¿Qué va a encontrarse el espectador de ‘Kinky Boots’?
Mucha magia, fiesta y buena música. Yo digo que Kinky Boots es una montaña rusa, van a reír, a llorar y bailar. Es una celebración de la vida.
¿Cómo es su papel en la obra?
Lola es un volcán, llega a la fábrica para poner todo patas arriba, para cuestionar los valores y traer esperanza y la posibilidad de un mañana a una gente que se iba a quedar sin empleo.
¿Cuál es el motivo para que esta historia haya atrapado a millones de espectadores en todo el mundo?
La gente me dice ‘cómo me he emocionado con Lola y cuánto me ha hecho renombrar mis principios’. Creo que en Kinky Boots hace una función social y emocional.
He leído que ‘Kinky Boots’ tiene un ritmo trepidante y una puesta en escena muy exigente a nivel físico, a la altura de los mejores musicales, ¿realmente es tan riguroso?
Para los personajes de Lola y Charlie se requiere una disciplina vocal muy grande. He hecho muchos musicales pero nada se compara a la exigencia de Lola. Pero es un trabajo muy gratificante, a menudo el público se queda aplaudiendo de pie durante treinta segundos en mitad de la función.
¿Hasta dónde le gusta meterse en la piel de un personaje?
Me gustan los desafíos, estudiar a conciencia el personaje para tener más herramientas para hacerlo bien.
Pero para caracterizar a Lola no basta con enfundarse en el personaje, hay que sentirlo…
Exacto. Cuando me dijeron que me querían para el papel de Lola era pandemia y yo estaba preparándome para hacer Simba en El Rey León. En ese momento tenía diez kilos más de masa muscular, así que empecé a trabajar en mi personaje y a la par hablé con muchas drag queens. Descubrí muchas cosas, desde la alegría de ser drag queen hasta la mirada triste que las vulgariza. Aun siendo gay, necesitaba empatizar con la figura del travesti para derribar mis propios prejuicios y así poder entender a Lola y poder hacer mejor el personaje.
¿Cuál es su doble lectura favorita de este montaje?
Debo reconocer que ha cambiado mi vida como actor. Lo que Kinky Boots me ha regalado ningún otro musical me lo ha dado.
Al preparar su papel, ¿cuenta más la habilidad o la técnica?
Es una mezcla de ambas cosas, la técnica siempre está al lado de la habilidad.
¿Cuál es el número que desencadena más emoción del show?
Debo decir dos: la canción donde Lola, vestida de Simon, habla sobre las expectativas de su vida... Su padre quiere que sea boxeador, pero jamás será lo que esperan de él. El otro es cuando Lola, vestida de blanco, le canta a su padre.