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«El mallorquín es muy introvertido»

En su espectáculo ‘Queridos mallorquines', el valenciano Rubén García recoge estampas irónicas del carácter autóctono

El humorista valenciano Rubén García, en es Carnatge. | Pere Bota

| Palma |

Rubén García es de esas personas que tienen la capacidad de transformar la energía de un lugar. Y no es porque hable bajito o gesticule para enfatizar lo que dice, tampoco por su costumbre de tomarse una pausa antes de deslizar reflexiones con sustancia… Es por su aura, que transmite paz. Nadie diría que se gana el pan sobre el escenario. Bajo el haz de luz se transforma en un personaje que practica un humor de orgullo provinciano, explorador de la grandeza y miserias del carácter local. Como en el renombrado libro de Carlos García-Delgado, su espectáculo Queridos mallorquines radiografía con énfasis antropológico las costumbres autóctonas que ha vivido en primera persona. Podrán verlo mañana en la sala La Movida de Palma, a las 22.00 horas.

Pepe Rubianes detestaba a los cómicos que iban de cómico por la vida, ¿por que lado circula usted?

–No los detesto, aunque admiro muchísimo a Pepe, por supuesto.

¿Qué diferencia su espectáculo del libro que lo inspira?

–El libro cuenta las vivencias de otras personas, el espectáculo las mías.

¿Que define al mallorquín?

–Una cultura y forma de ser introvertida que se resume muy bien en uno de mis chistes, que me prestó Ricky López: ‘Los mallorquines son como sus persianas, que ellos puedan ver a los de fuera pero que los de fuera no puedan verles a ellos'.

¿Cual es el target del público que acude a su show?

–Edad de treinta a sesenta años, y un ochenta por ciento mallorquines, el resto residentes peninsulares. Viene algún extranjero de tanto en cuando y me han trasladado inputs muy positivos. Preguntan mucho al acabar el show porque quieren entender bien aquello de lo que hablo.

¿Sabe reírse de sí mismo el mallorquín?

–Le cuesta. Cuando consigues que el mallorquín sepa que no te estás riendo de él sino que estás contando cosas divertidas de como son, entonces te compran el relato al cien por cien.

¿Cuesta más arrancar una carcajada a un mallorquín o a un foraster?

–Cien por cien a un mallorquín.

¿Puede un foraster sentirse en casa en esta tierra?

–A mí me ha costado mucho integrarme respecto al resto de ciudades de España donde he vivido porque, como te he dicho, el carácter mallorquín es muy introvertido. Les cuesta mucho abrirte su casa y su amistad, pero ya tengo un grupo de amigos mallorquines que me han hecho sentir en casa. Aunque para ellos siempre seré valenciano.

Confiese que, al menos de inicio, el recurrente ‘ja et diré coses' al que viene de fuera no le hace puñetera gracia…

–El ja et diré coses, el no passis pena, el pots pensar… te podría decir mil frases que uno que viene de fuera se queda como diciendo ‘qué pasa aquí'...

Se dice que el carácter mallorquín es prudente y distante, pero que cuando te brinda su amistad es para siempre. ¿No le suena a excusa para justificar un comportamiento distante y receloso…?

–Un amigo lo justificaba diciendo que como aquí la gente viene y se va no suele hacer amigos de fuera.

En tiempos de corrección política, ¿convendría revisar términos como ‘Foraster' y expresiones como ‘barco de rejilla'?

–Creo que en una atmósfera de comedia la corrección política debería limitarse mucho, debería intervenir muy poco, la comedia ha de ser libre, en ella se tendría que poder hablar de prácticamente todo.

La identidad mallorquina se define por el amor a su Tierra, pero acaso no sucede igual con el catalán, el gallego y el madrileño... ¿Hay un exceso de chauvinismo en la Isla?

–(Risas) Desde mi punto de vista no hay otra región de España que defienda tanto su tierra como los mallorquines. A un mallorquín se le va la pinza con la Isla, se creen que esto es la octava maravilla, esto lo cuento en el monólogo y la gente se ríe mucho.

Como valenciano, ¿cambia el tumbet por una paella?

–Me van a dar... pero prefiero la paella en todas sus versiones menos en la mixta que hacen aquí y mezclan la carne con el pescado. De buen rollo, ¿eh?

En el humor apenas hay verdades permanentes, el relato se modifica al compás de la sociedad. ¿Renueva sus gags para contextualizarlos en la actualidad?

–Hay que actualizarse y saber vender el chiste para que la gente empatice y no se lo tome a mal sino que se ría y disfrute de lo que es hacer humor con su idiosincrasia.

Decía Churchill que hay que saber reírse de todo, ¿solo los necios se toman la vida en serio?

–Es un error tomarse todo a pecho o a cachondeo, hay que encontrar el equilibrio.

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