En un reciente artículo publicado en Ultima Hora sobre la historia de Mallorca vinculada a la figura de Jaume I se definía al monarca como el principal personaje de referencia del imaginario colectivo propio. Y si de ese rey medieval ha llegado a nuestros días una expresión representativa, esta es sin duda «vergonya, cavallers, vergonya», la histórica reprimenda que ha pasado a la posteridad y ha servido para titular álbumes musicales, artículos como este mismo e incluso inspirar intervenciones en el Congreso de los Diputados, como esta del valenciano Joan Baldoví.
Sobre la frase en cuestión ocurre como con el origen del topónimo de Bendinat: la creencia popular ha ganado terreno a lo que reflejan las fuentes históricas, que obviamente y atendiendo a su finalidad no son cien por cien veraces o fidedignas. Hoy despejamos dudas sobre la frase más recordada del Rei en Jaume, una bronca monumental a sus hombres en plena vorágine bélica a las puertas de conquistar la Madina Mayurqa musulmana.
Según los estudiosos de la historia medieval, la crónica en la que Jaume I relata en primera persona las guerras por los Reinos de Mallorca y València cumple un objetivo principal: arrogarse el derecho divino sobre los territorios que su reinado había anexionado a la corona aragonesa y los condados catalanes; todos ellos se beneficiarían enormemente del nuevo entramado geopolítico, a pesar de que las realidades resultantes de la conquista tuvieran entidad propia por decisión del rey.
En esta tarea es fácil de comprender que el relato 'oficial' de las conquistas esté trufado de elementos cuasi fantásticos, enaltecedores de la figura del monarca. Todo es cuestión de perspectiva, dicen, y hay que tener presente que Jaume I no estaba solo en la campaña sino muy bien arropado.
Si bien es cierto que el estandarte del rey comandaba las huestes en la campaña militar que obtuvo el rango de cruzada, los expertos señalan que su aportación en caballeros no era muy superior a la de otros capitanes relevantes, representantes de importantes casas nobiliarias como el Obispo de Barcelona, Nunó Sanç I de Roselló i Cerdanya o Guillem I de Cervelló, entre algunos más.
En este sentido la principal fuerza de choque cristiana rendía pleitesía al monarca, sin perjuicio de que obedecieran órdenes directas de sus señores, algo que queda patente en los acontecimientos que rodearon a la batalla de Portopí, donde el bando cristiano sufrió bajas relevantes. Está extendida la creencia de que Jaume I gritó su «vergonya, cavallers, vergonya» en esta escaramuza, aunque el grueso de los historiadores desmienten este extremo.
Sin embargo resulta curioso analizar el devenir de la batalla, ya que muestra que el rey mandaba lo justo, cuando Guillem de Montcada y Nunó Sanç discutieron por ver quién encabezaba la punta de lanza del ejército. El jesuíta Jerónimo Zurita narra que la situación desembocó en un acalorado desencuentro, que los Montcada emprendieron unilateralmente el ataque obligando al resto a seguirlos y cayeron de bruces en una emboscada en las que murieron Guillem, su primo Ramon, así como los hijos de este y sus mejores hombres.
No obstante la victoria final cayó de su lado y poco tardó en iniciarse el sitio de la ciudad. Durante el asedio se excavaron trincheras para acometer los cimientos de las torres de las murallas, y cuando estas cedieron y se abrió por fin una brecha en la defensa almohade llegaron las dudas. Por lo visto nadie osaba a cargar contra el enemigo.
En su Llibre dels Feits Jaume I explica la negativa tácita de los caballeros cristianos a lanzarse al combate. Según su versión las palabras del rey hicieron reaccionar a la tropa para librar el último combate. Esas célebres palabras son las siguientes, según consta en la crónica del rey:
E la senyera de don Nuno e aquels qui eren ab ela giraren la testa. E aytal faen bel semblant devalaren bé ·I· git de pedra punyal [558] contra nós, e alguns cridaren: Vergonya [559]. E els serraïns no·ls seguiren: e aquests nostres aturaren-se, e en tant vench la senyera e la maynada nostra ab ·C· cavallers bé que la guardaven o pus. E dixeren: 'heus aquí la senyera del Rey'. E nos devalam pel puig en jos, e mesclam-nos ab la mota de la senyera. E pujam lessús tot en V [560]. E els sarraïns fugiren, e trobam bé ·II· milia de sarrahins que anaven denant nós a peu, e fugien, e no hi podíem aconseguir, tant era ujat lo nostre caval ni jo ni·ls altres cavallers. E quan fo la batayla vençuda, e fom sus, acostà's a nós don Nuno, e dix: 'bon dia és vengut a uós e a nós que tot és nostre, pus aquesta batayla havets vençuda'.
Para terminar y acabar de ejemplificar aquello de los adornos increíbles en este tipo de textos traemos a colación una anécdota recogida por el hispanista, folclorista y medievalista Samuel Gordon Armistead, de la Universidad de California-Davis, que hace referencia a un «breve pero destacable episodio» plasmado en la crónica del rey, acontecido durante la posterior conquista del Reino de València previa a acometer el asalto a Borriana, en la Plana Baixa.
La protagonista es una golondrina común (Hirundo rustica), que según el relato real anidó cerca del extremo superior del palo de su tienda. Como consecuencia este decidió no desmontarla hasta que el pájaro y sus polluelos estuvieran preparados para alzar el vuelo. Un tanto asombroso: se non è vero, è ben trovato, ¿verdad?
Además, según el estudioso norteamericano la curiosa escena tiene un paralelo árabe, reflejo de la interconexión entre culturas en contacto en la Península Ibérica de la baja edad media más allá de las guerras. Según algunos expertos transmite sensibilidad y magnanimidad por parte del regente; en palabras de Ferran Soldevila refleja un «delicat episodi, que mostra la tendresa d'ànima del Conqueridor». Asimismo, la oroneta que 'visitó' la tienda del rey y 'retrasó' el ataque sobre Borriana puede considerarse como una prueba fehaciente de que no hay que creerlo todo a pies juntillas. Especialmente el relato de los vencedores.