Es Fogueró Palace, en el término de Alcúdia, está a la vista de miles de personas que diariamente pasan a pocos metros. Es una inmensa mole de hormigón y hierro, restos de lo que fue un faraónico proyecto. Es la apuesta fallida del empresario José Casas, que, tras apenas tres años de vida, echó el cierre. Estuvo abierto entre 1989 y 1992. Entonces empezaron décadas de olvido y una larga lista de proyectos frustrados para darle de nuevo vida.
A día de hoy, es un punto de encuentro de jóvenes que los fines de semana hacen del botellón y consumen estupefacientes para su entretenimiento. Recogen el testigo de los grafiteros que han dado color a un espacio inerte, donde retumban los recuerdos de un breve y esplendoroso pasado. Ahí actuaron primeras figuras del calado del internacional Julio Iglesias y fue escenario de galas televisivas.
Pero hay vida en el interior del esqueleto de lo que fue Es Fogueró Palace, a pocos metros del polígono de Ca Na Lloreta; a unos minutos andando de un conocido restaurante y de los primeros hoteles de la zona, ya lindando con Playa de Muro. El acceso a lo que fue el inmenso aparcamiento, con capacidad para decenas de autocares, está abierto por varios frentes y una barrera ha sido violentada.
Caminando, rumbo al edificio de la antigua sala de fiestas, aparecen las primeras señales de vida. Un tendedero, un sofá, una bolsa de basura y un joven subsahariano sentado al sol. Se llama Talla, trabaja en la hostelería y junto a, Oussama, un compañero que ocupa el interior de lo que debió ser un almacén, aseguran ser nuevos. «Llevamos poco tiempo aquí», dice el primero, que se esconde del objetivo. «Aquí no molestamos», dice Oussama, que muestra su humilde estancia, en cuyo exterior seca la ropa. «No hay sitio para vivir, no podemos pagar una casa», añade Talla.
Desde lejos asoma Karim, un inmigrante norteafricano que se dedica a la venta ambulante en mercadillos de la Isla. Vive solo y recela, no quiere enseñar su habitáculo, al igual que el de sus dos compañeros en el exterior del antiguo Es Fogueró Palace de Alcúdia. Desaparece refunfuñando mientras prosigue el recorrido por un espectacular edificio, a la vista desde el exterior e invadido por los grafitis, la suciedad que se amontona, especialmente en la parte baja y los sótanos. Los botes de espray son el rastro que dejan los 'artistas' que dan algo de alegría a un espacio que intimida por su silencio y que tiempo atrás pidió el GOB que fuera derribado.
Caminando hacia el escenario, de lejos se ve a más personas. Otros dos individuos emergen en el horizonte. Su imagen es descuidada. No quieren dar su nombre, pero sí dicen ser alemán y húngaro. El primero se mueve con un andador, lentamente; tiene un pie herido. «Llevamos tiempo aquí, todo el invierno, pero dentro hay más gente», asegura. Su compañero apenas asiente a cualquier pregunta. Se retiran y señalan al interior de la sala: «Pasa y verás...», dice con cierto aura misterioso.
Inmenso vacío
La sala de fiestas, con su altísima y agujereada cubierta -meses atrás un joven cayó malherido- por la que se cuelan tímidos rayos de sol, ofrece una imagen fantasmal. Ese interior ha sido plató cinematográfico, y donde se ubicaban centenares de sillas y mesas, ahora sólo hay cemento, suciedad. En la parte superior, totalmente a resguardo, es donde viven algunos de los sintecho que allí habitan. Muchos de ellos, trabajadores de la hostelería o temporeros que no pueden pagar un alquiler en Alcúdia y su perímetro.
Mantas, colchones, botellas de vino, algo de comida, las bicicletas que uno de ellos ha amontonado y que parece ser que repara... Poco más en la parte superior a la platea, por la que hay que caminar con cautela para no precipitarse desde el piso más alto. Allí, un paso por lo que fueron los baños plasma el saqueo. No ha quedado nada: cemento y poco más. Asoma desde abajo otra vez Karim. «Ahora casi todos trabajan», grita, en referencia a los sintecho que habitan en la parte alta. «Seremos unos doce más o menos», dice nervioso, inquieto.
El camino al escenario está despejado. La inmensidad en todos sus extremos. Desde allí se observa lo majestuoso de lo que fue Es Fogueró. En el lugar sobre el que Julio Iglesias actuó, de lejos intimidan las sombras de los indigentes que contemplan desde lejos una presencia extraña.
Saliendo de nuevo, más basura se amontona. Señalan al polígono próximo, donde pueden surtirse de agua para soportar el fuerte calor. En uno de sus extremos, una pequeña vivienda cuenta con otro habitante misterioso, que ni pestañea. Allí vivieron los protagonistas de un crimen que sucedió años atrás y hoy se ha ampliado hasta el interior de la vieja sala, en la que hace años que se acabó la fiesta y hoy cumple una labor social, siendo hogar de un grupo de personas que ha acabado allí. Apartados del bullicio y de manera discreta.
PiolínNo se trata de que gobierne PPy zVox o el PSOE y otros grupos de izquierda. El problema ya existía con Armengol y se va agravando con el PP porque desde hace más de 20 años los gobiernos autonómicos siguen el mismo modelo turistico expansovo en número de turistas, construcción de nuevos hoteles y una ampliación desaforafa del número de viviendas turisticas. En Alcudia yo creo que una de cada 4 viviendas tienen la placa de vivienda vacacional, a eso hay que añadir todo el turismo y personal trabajador que viene sin tener alojamiento. Pero los politicos ya cantan como éxito económico que este año se superará ampliamente el numero de visitantes del año pasado. Y así estamos los residentes, cada vez aumentará la turismofobia. Si yo confiase en un partido que fuese a poner freno lo votaría. Pero no hay ningún político del que podamos fiarnos, como muestra ahí tenemos a Sanchez haciendo lo contrario a lo que prometia y con el partidosufriendo todo aquello por lo que exigió que Rajoy dimitiese. No hay remedio ni con izquierda nivon derecha, muy triste.