Més per Palma cree que la nueva plaza de España, inaugurada este lunes, está «pensada para el turismo, no para los ciudadanos», mientras que en el PSOE se han mostrado satisfechos por que se haya «respetado en su mayoría el proyecto socialista» que dejó el anterior equipo de gobierno. Varios regidores del PSOE de Palma han acudido por la mañana al acto de inauguración que ha presidido el alcalde, pero no así sus homólogos ecosoberanistas, que se han ausentado como gesto de protesta.
«Estamos contentos con la finalización de la obra, con que se haya respetado en su mayoría el proyecto socialista iniciado en la anterior legislatura. Se hizo para garantizar la seguridad y accesibilidad de los viandantes en un punto neurálgico como es la plaza España», ha expresado Angélica Pastor (PSOE), que fue regidora de Infraestructuras hasta las elecciones de 2023.
La principal crítica que deslizan entre las filas socialistas es que «quedan temas sin resolver» como la movilidad de patinetes y bicicletas tanto en la plaza como en su entorno. Sin embargo, en conjunto, han valorado que «se ha mejorado la ciudad» y la emblemática plaza «se ha convertido en una zona más accesible y segura».
En cambio, en Més per Palma han ofrecido un discurso más duro al valorar la reforma. La portavoz, Neus Truyol, ha denunciado que el proyecto de la nueva plaza está «más orientado a satisfacer las necesidades del turismo de masas» que a mejorar la vida de los ciudadanos. «Lo que tenía que ser un espacio de convivencia y un pulmón verde para la gente de Palma se ha transformado en una plaza diseñada par complacer a los turistas, con menos árboles y casi sin sombras, y sin las infraestructuras necesarias para el bienestar de los ciudadanos», ha protestado la regidora de Més.
A estos reproches Més suma la eliminación del carril bici y la retirada del tranvía, lo que consideran «un paso atrás inaceptable» en el contexto de lucha contra el cambio climático. Para Truyol, son ejemplos de la «visión anticuada» del equipo de gobierno de Jaime Martínez, que convierten la plaza en «un símbolo de la desconexión» con los ciudadanos.