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El ruido se mueve en Palma

De La Lonja al Paseo Marítimo pasando por Gomila y es Jonquet, la contaminación acústica es el quebradero de cabeza de muchos vecinos de Ciutat

La ruta martiana enfrentó a vecinos de sa Gerreria y restauradores y terminó muriendo de éxito. | R.L.

| Palma |

Mallorca es sinónimo de verano y fiesta. Y eso siempre acarrea problemas. Aunque el ocio nocturno de la Isla es una sombra de lo que fue en el pasado, los fines de semana siguen siendo una penitencia para muchos residentes de la capital palmesana. Sobre todo después del confinamiento y el fin de las restricciones, la marcha ha vuelto y el enfrentamiento entre residentes y el sector del ocio nocturno no se ha hecho esperar. Resulta curioso ver el mapa del ocio nocturno en Palma, va cambiando de zona, según los años, pero los problemas siguen siendo los mismos.

Las últimas noticias hablan de desfase y sexo callejero en es Jonquet y ansiolíticos para dormir en Santa Catalina. Dos de las barriadas con más carácter de la capital palmesana sufren con el regreso del tardeo y la apertura de bares con su horario habitual. Y no son noticias nuevas, las quejas de los residentes vienen de lejos. Por eso, los ánimos con el Ajuntament de Palma y la Policía Local están más que caldeados. ¿Son capaces de solucionar el problema?

El Consistorio se esgrima en que hace lo que puede, al tiempo que recuerda que este tipo de denuncias llevan su tiempo y hay que seguir unos trámites administrativos que, desgraciadamente, no siempre son tan ágiles como quisiesen los afectados, además, los propietarios de los locales también tienen derecho a recurrir.

El tardeo rompió la relación entre vecinos y restauradores de Santa Catalina.

Los problemas en Santa Catalina y es Jonquet, donde la Plaza del Vapor siempre ha sido una fuente de denuncias y quebraderos de cabeza, vienen de lejos. En diciembre de 2010 se inauguró el eje cívico de la calle Fábrica. Los vecinos pusieron el grito en el cielo desde el primer momento y la relación entre restauradores siempre ha sido tensa. Llegó a su punto de mayor fricción cuando el tardeo comenzó a ser un éxito que devoraba el barrio: una 'open party' de 13 horas a 21.

Con T de tardeo

Hasta la pandemia de coronavirus, cada sábado se contaban por centenares los 'chavales' con patas de gallo que invadían el Mercat de Santa Catalina para tomar el aperitivo o comer algo en los restaurantes de alrededor, y luego continuar en los bares de copas de Avenida Argentina y Sant Magí, respondiendo a la llamada de una fiesta que se puede compaginar con el trabajo, los niños y la dificultad para trasnochar. Los impulsores de esta iniciativa recordaban que se llegaron a organizar microbuses desde Manacor, Algaida, Binissalem o sa Pobla para venir a Palma.

Si en los 80 la droga acabó con la fiesta en el Jonquet, sin el mismo lustre que antaño, la Plaza Gomila siguió siendo ‘el lugar al que ir’ a base de bares y alcohol en la calle para ir degenerando hasta lo que es hoy. Una triste sombra de lo que fue. Afters y bares de dudosa reputación imperaban en una zona en los que los cuarentones de hoy en día vivieron noches de diversión. Ahora, El Terreno es un barrio en cambio constante, y los inversores han puesto sus miras en esta zona que vive una fiebre constructora. El ocio nocturno parece haberse despedido del barrio.

La Lonja, epicentro de la fiesta en Palma a finales de los 90.

La Lonja

La zona de La Lonja de Palma fue el epicentro del ocio nocturno en los 90 y principios de los 2000. Los vecinos no paraban de denunciar la situación, «insostenible», aseguraban. Todavía se recuerdan los ecos de las broncas entre portavoces vecinales y restauradores de la zona durante los plenos municipales, con Joan Fageda como alcalde. En 1997 se declaró parte del barrio Zona Acústicamente Contaminada (ZAC), con el fin de paliar el ruido y las molestias que provocaban a los vecinos, y unos años después se terminaría extendiendo a toda la barriada.

Esto obligó a los bares a recoger sus terrazas a las 12 entre semana y la 1 de la madrugada los fines de semana, lo que causó el inevitable declive de la fiesta y al cierre paulatino de la mayor parte de los locales. Eso sí, aunque los vecinos aplaudieron la medida, aún hoy siguen siguen denunciando cierta pasividad de la Policía local a la hora de multar a los propietarios de muchos locales que incumplen el horario de cierre, así como alertan de un aumento del ruido y que el barrio está viviendo una 'magalufización', sin que Cort haga nada por evitarlo.

Paseo Marítimo

Una zona de fiesta habitual, aún hoy sigue siéndolo. Ha tenido épocas gloriosas: las mejores salas de fiesta y el público más selecto. Tito's, por ejemplo, fue una discoteca conocida en el mundo entero, que recibía a las celebrities más famosas. También prosperaron los bares de copas y el botellón. El alcohol barato y la fiesta en la calle llegó a ser tan multitudinaria que los grupos de jóvenes ocupaban el paseo y se extendían por Son Armadans. El problema llegó a ser tal, que los vecinos de la zona, a los que se unieron muchos propietarios de locales, que veían mermar su caja por esta práctica, se echaron a la calle en manifestaciones multitudinarias pidieron que el Consistorio, en manos de la socialista Aina Calvo en ese momento.

Así quedaba el Paseo Marítimo cada viernes y sábado en 2010.

Así, el equipo de gobierno se vio obligado a tomar medidas drásticas, aprobando una ordenanza del botellón no exenta de polémica: contemplaba la prohibición de ingerir alcohol en la calle por parte de menores de edad, así como de las concentraciones de personas en la vía pública siempre y cuando puedan alterar la convivencia ciudadana, entre las 22.00 horas y las 8.00. ¿Funcionó? Digamos que a medias. Nunca se ha conseguido acabar con esta práctica del todo.

Es más, el verano pasado, once años después de aprobarse la ordenanza del botellón, volvió a ser un problema grave después de meses de restricciones. Llego a tal extremo que el Govern decidió prohibir la venta de alcohol a partir de las 10 de la noche en las tiendas de 24 horas, en un intento erradicar los desfases y la degradación en la calle. Aún así, los vecinos de Son Armadans sigue denunciando que el cierre de muchos bares en Gomila y el aumento de controles en el Paseo Marítimo está haciendo que la fiesta se traslade a sus calles, especialmente en la plaza Pintor Francesc Rosselló y la calle Federico García Lorca, ahora mismo los puntos calientes del botellón y el ruido nocturno.

La ruta martiana de sa Gerreria

Una estrategia comercial que murió de éxito. La ruta martiana, en el barrio de sa Gerreria, nació en 2011 con el objetivo de dinamizar la zona. La apuesta gastronómica de un par de bares, que consistía en ofrecer una caña y un pincho por dos euros todos los martes por la noche, se convirtió en un éxito tal que incluso la televisión japonesa se desplazó hasta el barrio para realizar un reportaje, y competidores de otras zonas de Palma, como Son Roca y el Molinar, intentaron exportar la idea a su barrio. La presión vecinal y el «acoso policial», según los impulsores de la iniciativa, obligaron a restringir los horarios de cierre en 2013 tras un agria polémica.

La ruta martiana fue una iniciativa que murió de éxito.

Cort fue duro. Las terrazas tenían que retirarse a las 23 horas. El horario de cierre, los martes y miércoles, a medianoche. Y el resto de días, a las 2.00 de la madrugada. Además, quedaron en suspenso las licencias de apertura y funcionamiento de nuevos locales situados en la zona. Los restauradores de sa Gerreria criticaban que en ese momento, 2013, los horarios en el casco antiguo eran más restrictivos que en la Lonja, que podía echar el cierre a la 1 de la madrugada entre semana y a las 3, en fin de semana.

Los impulsores de esta iniciativa aseguraban que el adelanto del cierre supuso que el 70 por ciento de los bares de la zona cerraran o cambiaran de dueños porque no podían hacer frente a los alquileres. Hoy en día, sigue siendo una zona para salir a tomar algo, pero ni de lejos el boom que tuvo entre 2011 y 2013.

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