Las dificultades de afrontar la actual crisis del coronavirus en España con un gobierno de coalición con poco recorrido a la espalda, cuyas dinámicas no están bien engrasadas por la escasa trayectoria de trabajo conjunto, se explicitaron una vez más este martes, cuando en la rueda de prensa posterior a la reunión del Consejo de Ministros la portavoz María Jesús Montero explicó que los niños tan solo podrían acompañar a los adultos en las salidas permitidas a supermercados, farmacias y entidades bancarias. El estupor en las filas de Podemos no se escondía, y su portavoz en el Congreso, Pablo Echenique, esperaba que hubiera margen para la rectificación.
El difícil balance de intereses en el seno del Consejo de Ministros se volvía a explicitar, y algunos identifican a Montero como una de las voces que supone un mayor freno a la voluntad permanente de Pablo Iglesias de aprobar y mostrar a la galería medidas de contenido social contundente. La otra gran adalid en esta tesitura es Nadia Calviño.
Sin embargo, esta vez Montero se echaba al monte, incluso contradiciendo a su compañera de siglas, la ministra de Educación Isabel Celáa. El Consejo de Ministros había acordado abordar solo la edad y la fecha a partir de la cual los niños podrían salir a la calle. Montero transgredió ese límite. ¿Por qué? Nadie lo sabe a ciencia cierta.
Lo que ocurrió después ya lo conocen. La oposición salió en tromba a exigir un cambio, lo mismo que la sociedad civil, incluso muchos de los sectores que apoyan al propio Gobierno.
La enmienda a la totalidad de las palabras de Montero se gestó durante la tarde, en una reunión técnica que fue densa y tirante. Tras ella el Ministro de Sanidad, Salvador Illa, compareció para dar marcha atrás. Sobre las condiciones de las salidas de los menores no precisó nada. «Los paseos son paseos», respondió a una pregunta de los periodistas. Esa comparecencia tan solo tenía un fin: echar por tierra todo lo dicho en la anterior por parte de su colega, y tratar de calmar los ánimos soliviantados de las familias.
Tras esa actuación, que no debió ser un plato de buen gusto para Illa, desde Podemos no ocultaron del todo su satisfacción. El propio Iglesias lanzó una serie de tuits congratulándose del cambio de perspectiva, un cambio que a todas luces refuerza su posición, y que atendía a los criterios de la Dirección General de Derechos de la Infancia que él mismo controla.
Montero y el sector al que representa no debieron jugar a tensar la relación entre los socios de gobierno, con la que cae. Y mucho menos con el ánimo y el bienestar de las familias españolas de por medio.