Jaume Carot aspira a la reelección como rector de la Universitat de les Illes Balears. En el momento de hacer esta entrevista, no hay constancia de un candidato alternativo que se haya postulado oficialmente como tal, aunque ha habido algunos movimientos. Es el momento de hacer balance del mandato que finaliza.
Según la nueva ley universitaria, sería reelegido por seis años.
—Sí, antes eran cuatro años prorrogables por otros cuatro, y ahora son seis improrrogables. Una transitoria de la ley permite que los que ya somos rectores podamos optar a ser reelegidos por esos seis años.
Si no se presenta un candidato alternativo, ¿cómo lo valoraría?
—Bueno, podría entenderse como una aceptación positiva de estos cuatro últimos años. Hay quien considera negativa una candidatura única. Bien, hay opiniones para todos los gustos.
¿Y qué balance hace de estos cuatro años?
—Estamos contentos. Hemos hecho o estamos haciendo todo lo que dijimos que haríamos.
Supongo que está especialmente contento de la evolución presupuestaria.
—Sí. Hemos pasado de 114,5 millones de euros en 2021 a 202,1 millones en 2025, y es de esperar que siga subiendo gracias al llamado contrato programa con el Govern, que garantiza una financiación plurianual que cubre por entero los capítulos de personal y gasto corriente. También hemos incrementado un 600 % la financiación de la investigación por vía competitiva.
Este incremento habrá ido en paralelo con la labor investigadora.
—Hace años que la UIB, más que digna, es buena en investigación. El impacto de nuestras investigaciones es notable. Somos de las primeras universidades españolas en autoría de artículos internacionales.
Es llamativo el objetivo de que, en 2026, el año que viene, la UIB esté totalmente descarbonizada.
—Sí, el objetivo es ser autosuficientes en marzo de 2026 generando con energía solar el 110 % de nuestro consumo. Obtuvimos los fondos necesarios, 56 millones de euros, también por vía competitiva, en este caso financiación europea Next Generation. El objetivo incluye, además de la generación, la eficiencia energética de los edificios y medidas estratégicas de movilidad. La implantación del servicio de BiciPalma, de más frecuencias del bus y de un vagón más en el metro ya están en marcha.
En este sentido, la UIB será un caso singular, ¿no?
—Será un caso único en Europa de espacio energéticamente autosuficiente, con una huella de carbono que será prácticamente cero. La verdad es que será un modelo perfectamente exportable a municipios pequeños o al propio Parc Bit.
Independientemente de ser rector o no, ¿cómo ve el futuro de la UIB?
—Espero que sea una universidad referente. En algunos ámbitos ya brillamos. Se trata de brillar aún más en éstos y de empezar a hacerlo en aquellos ámbitos en los que todavía no destacamos. Habrá cambios importantes en el mapa de titulaciones y éste deberá evolucionar en paralelo con las tecnologías, incorporando la inteligencia artificial.
La profesora Margalida Capellà explicaba hace unas semanas el bajo nivel de la mayoría de sus alumnos de Derecho.
—Es verdad que los alumnos se expresan peor que hace 25 años. Creo que se debería mejorar la comprensión lectora y la capacidad de resumir y esquematizar, y eso se consigue leyendo y escribiendo mucho, sin olvidar las matemáticas básicas. Habría que llegar a la universidad con todo ese bagaje, pero la política ha fallado, con cambios constantes en las leyes educativas y sin capacidad para llegar a un gran pacto. En la universidad deben desarrollarse el espíritu crítico, tan o más importante que los conocimientos, y la curiosidad. No descarto realizar un estudio entre los alumnos de la UIB sobre su nivel de la llamada cultura general.
¿Para cuándo tendrá la UIB su centro de supercomputación e IA?
—Calculamos que a finales de año o principios del que viene. Tener un centro de supercomputación es importante por su potencia de cálculo, pero también es muy importante no estar aislados y conectarse a la Red Española de Supercomputación. La UIB tiene que estar en todos los mapas científicos y de investigación. Siendo un territorio insular, no siempre es fácil. El problema es siempre la lentitud burocrática y estar sometidos a las complejas normativas de contrataciones públicas. Hace dos años que tenemos el dinero para construir el nuevo edificio de Ciències y el proyecto ya está adjudicado, pero la complejidad burocrática nos ha impedido iniciar la construcción.
Otra asignatura pendiente es que las administraciones tenga en cuenta el conocimiento de la UIB.
—Ya no es tanto una asignatura pendiente. La universidad pública debe contribuir a generar riqueza, bienestar y progreso social, y las administraciones de Baleares pueden diseñar sus políticas consultando el conocimiento que genera la UIB. Un ejemplo es la Fundació Universitat-Empresa, que, realmente, recibe muchos encargos. En este sentido, soy optimista en la progresión de la interacción entre Universitat y administraciones.
¿Cómo ha evolucionado la presencia del profesorado asociado? Hace unos años eran la mayoría.
—Hemos pasado del 65,6 % en 2021, prácticamente dos tercios del colectivo docente,, al 29,4 % en 2025. En estos últimos cuatro años hemos creado 138 nuevas plazas de profesorado a tiempo completo. Podremos llegar al máximo de profesorado asociado que fija la ley, que es del 20 %. También hemos estabilizado todo el personal técnico de gestión, administración y servicios, un total de 688 personas.
... la UIB nunca será digna del todo, hasta que no saque la dichosa capilla de dentro de sus instalaciones... el saber, la ciencia y el conocimiento no casan en absoluto con la superchería, son agua y aceite... no se entiende... los que tengan esas inquietudes, que las busquen FUERA...