La directora insular de Igualtat i Diversitat del Consell de Mallorca, Rosa Cursach(Artà, 1967) repasa en esta entrevista los proyectos más destacados que han impulsado esta legislatura, pero también reflexiona sobre otros debates de actualidad dentro del movimiento feminista, como la Ley trans.
Duplicarán hasta 101 las plazas de acogida para víctimas de violencia machista. ¿Cómo ayudan a las mujeres maltratadas?
—Inicialmente, el casal Ariadna, ubicado en la Part Forana, atendía a mujeres que padecían violencia machista y necesitaban ser acogidas y acompañadas las 24 horas, con el fin de alejarse de su agresor. La mayoría no tienen recursos o están paradas, por lo que también se les ayuda a buscar empleo y en los trámites judiciales, en caso de interponer una denuncia por agresión. La red del proyecto Aurora se puso en marcha durante la pandemia y contaremos con hasta 30 pisos de acogida donde se alojan mujeres con cierta autonomía e incluso trabajo, pero que necesitan acompañamiento emocional. En el casal Ariadna se hospedan los casos que necesitan una atención más intensa y en el resto las que tienen cierta autonomía porque, por ejemplo, están empleadas, pero necesitan compañía.
¿Qué otros perfiles reciben?
—Hay mujeres migradas, pero también hay muchas nacidas en Mallorca. Además, hemos atendido bastantes mujeres mayores, de entre 60 y 70 años, que llevaban años aguantando el maltrato de sus parejas y que, tras el confinamiento, no pudieron más.
Impulsarán un centro de hasta 10 plazas para atender a mujeres con depresión o ansiedad causada por la violencia machista. ¿Reciben muchos casos?
—El convenio está en trámite. Nos encontramos con muchos casos de salud mental en los que detrás tienen situaciones de violencia machista, ya sea ejercida por el padre o la pareja a lo largo de su vida. El sistema patriarcal que tenemos nos enferma. Por ello, necesitamos tratar esta situación de forma específica.
La tercera edición para ayudar a emprendedoras cuenta con un presupuesto de 1,6 millones. ¿Cómo funciona la iniciativa?
—Salen durante la pandemia como una ayuda específica para mujeres, que tienen más dificultades para emprender y acceder a una subvención. Además, tras una crisis como la de la COVID siempre se reactiva la economía apoyando macroproyectos, la mayoría liderados por hombres. Una primera ayuda de 700.000 euros que, en un 40 %, fue a fondo perdido para hacer la primera inversión. El 60 % restante fue para los gastos de explotación a devolver con cero interés en un máximo de siete años. El dinero que vayan devolviendo irá a un fondo para financiar otras subvenciones para mujeres. Personal de la Cambra de Comerç evalúa su viabilidad económica para evitar al máximo que fracasen y, además, deben de ser proyectos innovadores social y ambientalmente. Una de las participantes ha impulsado una empresa para alquilar y comprar ropa de niño y bebés.
¿Piensan impulsar otras medidas materiales similares?
—Este proyecto ha llegado para quedarse y se está consolidando. Para el futuro hay algunas ideas.
¿Cómo ayudarán a desplegar políticas de igualdad los planes estratégicos con los municipios?
—Es un trabajo para dar permanencia y que no dependan del Consell. Los ayuntamientos, a la hora de poner en marcha actividades, están pendientes de las subvenciones insulares y les falta una estructura estable para desarrollar políticas de igualdad. Ahora, con los planes, la tendrán y podrán hacerlo. Deberán de involucrar a todas las entidades sociales del pueblo, lo que hará que sea más participativo y que se haga un seguimiento. Ya hemos firmado un convenio con la Mancomunitat del Pla, que aglutina 14 municipios.
El Día de la Mujer hubo dos manifestaciones paralelas a cuenta de la Ley trans. ¿División, ruptura o diversidad de opiniones?
—El Moviment Feminista de Mallorca, la entidad, que no la sociedad, no acepta la Ley trans tal y como se ha aprobado, por lo que el colectivo transfeminsta decidió organizar otra convocatoria. El debate sobre esto tiene que hacerse con seriedad y respeto por la identidad de la otra persona. No podemos no reconocer al otro. Si delante de mí tengo a alguien que dice ser un hombre, ¿qué le tengo que discutir? Sin embargo, hay determinados sectores que no lo reconocen. A través de las redes sociales no se puede debatir en condiciones.
Según la periodista Nuria Alabao, «cuando se identifica a las élites con el feminismo, en un contexto de desafección institucional en aumento, esa identificación puede convertirse en reacción antifeminista». ¿Opina lo mismo?
—Es cierto, las instituciones no pueden suplir al movimiento feminista, pero ha habido y hay una pugna por acapararlo. Lo único que podemos hacer es canalizar y aplicar sus propuestas. Dentro de los partidos políticos hay feministas, pero no debemos apropiarnos del feminismo. Ni Més, ni el PSIB ni Podemos, tampoco el resto. El movimiento pide acabar con el patriarcado y las violencias, pero no podemos apropiarnos de ello.