Toda tradición tiene su historia. Lo que bebemos, comemos o la forma en que nos vestimos esconde una enrevesada concatenación de hechos, que han ido esculpiendo a lo largo de los años lo que ha llegado a nuestros días. Así, al dar un mordisco de un delicioso robiol pocos son conscientes de que están saboreando la evolución mallorquina de un manjar medieval, muy popular en la corte italiana.
Hay diferentes teorías al respecto, pero la más extendida es la que los atribuyen a la Italia renacentista. En la corte de este momento se popularizó el queso conocido como la Rubiols, cuya semejanza etimológica a la del dulce mallorquín ya da pie a ciertas conexiones. El cocinero sefardí afincado en Mallorca Antoni Pinya recalca que «los robiols de requesón tienen que ver con el crespelle y los ravioli italianos».
Asegura que ambas elaboraciones se basan en ingredientes similares y el mismo formato: pasta de harina, agua y huevo -a la que la versión mallorquina le añade manteca de cerdo, zumo de naranja y azúcar-, rellena de queso. «Todo parece apuntar a que en un principio, los robiols eran salados y no fue hasta la llegada del azúcar cuando empezaron a hacerse rellenos de confitura o cabello de ángel», detalla Pinya. Así, parece lógico pensar que la palabra y el dulce per se fueron evolucionando con el tiempo hasta devenir en una de las elaboraciones tradicionales de la gastronomía mallorquina.