A las 2h de la madrugada del 15 de mayo de 1851 la tierra tembló en Mallorca, en el seísmo de mayor intensidad registrado nunca en la isla. Se sintió en toda Mallorca, en especial en Palma. Solo se libraron localidades del Lleant, como Manacor, Artà, Felanitx, Campos y Pollença. Numerosos edificios sufrieron daños, pero fue sobre todo el alarmismo el que se apoderó de la sociedad. Duró muy pocos segundos, pero bastaron para provocar el caos. Según recoge la tesis Geografia del Risc a Mallorca. Les inundacions de Miquel Grimalt, profesor titular del Departamento de Ciencias de la Tierra de la Universitat de les Illes Balears (UIB), basada en testimonios históricos, «la mayor parte de la población de Palma huyó de la ciudad. La gente salió de sus casas y se asentó en muelles y callles anchas. El miedo era tan fuerte que una parte de la población pasó días durmiendo en barcos y casas de campo». Los hubo también que improvisaron campamentos en los suburbios, entre ellos, en el barrio de Santa Catalina, así como en los paseos amplios como en la Rambla, la plaça del Mercat y es Born. Incluso la guarnición militar se refugió en Sa Feixina.
En los escritos no han trascendido víctimas mortales ni heridos de gravedad, pero sí numerosos daños materiales. Se derrumbaron varios edificios, sobre todo en la zona de Sant Marçal (Sa Cabaneta) y en la zona alta de Palma. En La Seu, cayó una de las torres que coronaban la fachada principal y la segunda quedó muy dañada, lo que motivó la reconstrucción de la cara del emblemático templo, a cargo del arquitecto madrileño Juan Bautista Peyronnet. Colapsaron varios campanarios de templos religiosos, entre ellos, los de los conventos de Sant Francesc, Sant Agustí y la Concepció, así como los de las parroquias de Sant Miquel y Santa Clara y el oratorio del Temple. También cayeron la torre de l'Àngel de l'Almudaina y el campanario de la capilla de Santa Aina. Tales destrozos que causó el gran terremoto quedaron reflejados en crónicas de la época y a través de las primeras fotografías que se hacían en la isla. Un suceso, que por poco no lo contó ni fotografió Ultima Hora, que lleva informando de la actualidad mallorquina desde 1890.
El último de cuatro grandes terremotos
En la primera mitad del siglo XIX, la sociedad mallorquina se vio profundamente alterada por cuatro terremotos considerables. El primero se produjo el 14 de octubre de 1827. Ocurrió a las 7h de la mañana y afectó a las localidades del Raiguer (Santa Maria, Binissalem) y del Pla (Sencelles, Sant Joan, Montuïri y, sobre todo, Sineu). Algunas edificaciones sufrieron desperfectos, como la rectoría de Sineu y las partes superiores de algunas iglesias. Así, en aquella Mallorca, más cercana a creencias religiosas que a fundamentos científicos y apenas ocho años después del temido episodio, el 15, 16, 17, 20 y 26 de junio de 1835 fuertes temblores volvieron a sacudir la tierra. El de mayor intensidad se produjo el 15 de junio y se sintió en toda la isla. El miedo llevó a muchas familias a dormir en barcos o en casas de campo. Poco tiempo después, el 30 de julio, se volvía a registrar una fuerte réplica.
Cuanto menos curioso es que, a raíz de los campamentos que se establecieron en los suburbios de Palma para resguardarse de los terremotos, se produjo, según relataban romances del momento y predicaciones y recoge Miquel Grimalt en su tesis, «cierta promiscuidad e inmoralidades diversas por el breve periodo de barracas y paralelo relajamiento de costumbres».