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La guerra desde la frontera

Solidaridad balear para dar cobijo a los refugiados

Unos austríacos con amigos en Esporles ofrecen su casa a la familia que trae Joan y Hotelbeds recibe sin coste al otro equipo

Las familias refugiadas que llevan Raúl López y Juanjo y Óscar descansan en un establecimiento hotelero de Budapest de Hotelbeds, donde se alojaron el sábado noche. | R.L.

| Palma |

Uno de los problemas más repetitivos que están teniendo los voluntarios en las fronteras con Ucrania es el hospedaje. Sin embargo, el sábado por la noche recibieron dos sorpresas. Primero, que unos amigos de Joan Soler de Esporles contactaron con unos conocidos en Villach (Austria) que ofrecieron su casa para él y los refugiados que le acompañan. Segundo, que Hotelbeds, con sede en Mallorca, se comprometió con Juanjo Martínez, Óscar Aguiar, Toni López, Raúl López y Marcos Cabrer, y a las familias ucranianas que van con ellos, a recibirles, a coste cero, en sus hoteles europeos.
En la guerra se batalla de muchas maneras, una de ellas desde el corazón. La vuelta está siendo «más intensa», como expresó Marcos, por la enorme responsabilidad que tienen los voluntarios, pero también por el alud de ayuda que les está llegando desde la Isla. Diversos conventos también estuvieron en contacto con el grupo de Polonia para ofrecerles cobijo. Asimismo, dentistas y el Colegio de Psicólogos de Balears se han prestado para atender a los refugiados una vez en Palma.

De Kiev a Barcelona

Hace unas semanas, no recuerda cuántas exactamente, tuvieron que dejar su hogar en Brovary, cerca de Kiev. Diana, de 23 años, trabajaba de camarera cuando llegó la hora de marchar. «Dejamos nuestro pueblo y pasamos un tiempo en otro territorio muy cerca de Polonia. Luego, nos fuimos de allí también hasta Przemysl (ciudad polaca fronteriza con Ucrania)». En un español perfecto, pues Diana pasó varios veranos con una familia catalana cuando era más joven, viaja en la furgoneta de Marcos Cabrer y Toni López junto a su hermana Angelika, embarazada de casi nueve meses, el bebé de ésta, sus otras hermanas Violeta y Anetta, su tía, su prima y Veronika, una amiga. Dos de ellas se encuentran en el vehículo que portan Juanjo y Óscar.

«Mi madre se ha tenido que quedar porque es enfermera. Trabaja en un hospital cerca de Chernóbil y no ha podido venir. Mi padre tampoco, no le dejan salir del pueblo», comenta. A pesar de todo, Diana relata que todos están bien, aunque con miedo. Ahora comenzará una nueva vida en Barcelona junto a su familia pero espera que pronto pueda regresar a su hogar. A casa. Todo este convoy llegará a Palma el martes. Todavía quedan neumáticos que quemar, aunque ya no tantos. El domingo viajaron desde Eslovenia y se dirigían hacia Italia, Francia y, finalmente, Barcelona. Ayer hicieron noche en la ciudad francesa de Niza. Una vez lleguen al puerto de Barcelona, tanto este equipo como Joan Soler se reencontrarán, previsiblemente esta tarde, y cogerán un barco de Baleària, empresa que ha financiado el trayecto de ida y vuelta a todos.

La misión de estos voluntarios llega así a su fin, con la satisfacción de haber ayudado ante todo y a pesar de las complicaciones. Mallorca recibirá estos días a unos 28 refugiados de la guerra ruso-ucraniana con sus corazones partidos en dos mitades. Porque la guerra no solo destruye hogares, también familias.

Llegan a Alcúdia los niños huérfanos

Este domingo han llegado al puerto de Alcúdia los primeros voluntarios del convoy mallorquín con refugiados. Xesc Nicolau y Miquel Jordi partieron desde Barcelona cerca de las diez de la noche y atracaron en Mallorca pasadas las tres de la madrugada con los nueve huérfanos de un pueblo cerca Kiev y las dos cuidadoras que les acompañan. A pesar del cansancio, el trayecto fue ameno.

El apunte

Cuaderno de viaje

Mi trayecto terminó ayer en la ciudad de Cracovia. Dejé atrás una Przemysl compasiva y combativa. Miles de voluntarios de toda Europa arropan a los ucranianos que huyen de la guerra. En las grandes ciudades polacas, como a la que llegué ayer por la tarde, me impresionó ver una estación repleta de refugiados acampados con mantas y sacos de dormir. Una vez en el exterior, había muchos símbolos referentes a Ucrania.

Los hoteles de Cracovia estaban prácticamente saturados. Al parecer, y tras mi dificultad por encontrar un lugar donde dormir, se están utilizando para acoger a familias exiliadas. De hecho, ayer por la mañana, en la zona de desayuno, casi todos los huéspedes procedían de Ucrania.

Los compañeros del convoy de Polonia me contaron que estaban teniendo ciertos problemas con algunos refugiados durante el trayecto. Había un niño que vomitó, y otro se encontraba mal. Sin embargo, la situación se estabilizó. A otros se le está haciendo pesado el camino.

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