Miquel Àngel Cloquell es uno de los coordinadores del curso Com promocionar habitatge en format cooperatiu, aprofundir en la vida comunitària i la no-especulació residencial, que se realizará del 19 al 23 de julio en el edificio de sa Riera, avalado por la Escola Politècnica Superior de la UIB. En esta entrevista, Cloquell habla de las posibilidades del cooperativismo en la vivienda en una comunidad, Baleares, especialmente difícil para este tipo de iniciativas por la falta de tradición cooperativista y el alto coste del suelo. Sin embargo, el cooperativismo aparece como una alternativa ante el problema sangrante de la vivienda en las Islas.
¿En qué consiste una cooperativa de vivienda ?
—En un grupo de personas que se unen para poner en marcha una promoción de viviendas. En una fórmula convencional, los cooperativistas se encargan de toda la promoción, se ahorran los beneficios del promotor tradicional y el IVA. La propiedad se divide en cada vivienda y, una vez conseguido su objetivo, la cooperativa se disuelve. Por contra, la cooperativa de vivienda en cesión de uso se mantiene. Los cooperativistas no son propietarios de las viviendas, sino que disponen de una cesión de uso durante un tiempo. Sería una fórmula entre la compra y el alquiler.
¿Y qué ahorro supone respecto a la compra convencional de una vivienda?
—Los cooperativistas de cesión de uso hacen sus inversiones iniciales, que suponen el capital social de la cooperativa. La media de la inversión inicial oscilaría entre 15.000 y 30.000 euros. Si el suelo es público y cedido, y el edificio es pequeño, podría bajar hasta los 9.000 euros. Posteriormente se continúa pagando a la cooperativa, como si fuera un alquiler, una media que sería de 400 o 500 euros al mes durante 20 años. Cuando ya está todo hecho y pagado, la cooperativa decide qué hacer. Si es la propietaria del suelo, puede funcionar indefinidamente. En los procesos inmobiliarios convencionales, hay que tener en cuenta que un promotor intenta ganar un 25-30 % en relación al coste del edificio. Además, una cooperativa paga un IVA reducido del 10 % frente al 21 % de la promoción convencional. Con todo esto, nos podemos hacer una idea del ahorro que supone una vivienda cooperativa en cesión de uso.
¿Y la cesión de uso cuánto puede durar?
—Hay cesiones de uso públicas que duran 75 años, prorrogables a 99. Es decir, pueden durar dos generaciones.
En principio, parecen una condiciones ventajosas.
—Sí, pues se trata de que la promoción y su uso tengan un valor más real y más ajustado, no tanto el valor del mercado inmobiliario. La finalidad no es inmobiliaria.
Por tanto, hay menos margen para la especulación.
—No se puede especular con el inmueble y, por ejemplo, un hijo que recibe su uso no tiene la opción de alquilarlo a terceras personas. Estas viviendas sólo pueden ser habitadas por cooperativistas. Sí se podría autorizar un alquiler a terceros con carácter temporal, pero el dinero lo ingresaría la cooperativa, no quien tiene el derecho de uso.
Más allá de la cuestión económica, las cooperativas de vivienda tienen sus propias características constructivas.
—Sí, normalmente los cooperativistas pueden decidir sobre cómo organizar la recogida de aguas, si comparten la lavandería, si pueden tener un huerto comunitario, cómo organizar los espacios comunes, si tiene que haber áreas infantiles y, por supuesto, pueden decidir cómo va a ser su vivienda. Y se tienen muy en cuenta los criterios ambientales y sostenibles. Todo ello, claro está, en función del solar disponible y del planeamiento urbanístico, pero eso ocurre también en la promoción convencional, sólo que en este caso el comprador no tiene margen para decidir nada y el promotor lo va a organizar todo para maximizar su beneficio.
Eso de compartir lavandería se ve en las películas americanas.
—Es que tiene toda su lógica. En una finca de 12 viviendas, ¿tiene que haber 12 lavadoras funcionando? A lo mejor es suficiente con que haya 4 ó 5 comunes.
¿Hay en Mallorca suelo para las cooperativas de vivienda? Y si lo hay, ¿no es muy caro?
—Sí hay suelo, pero es extremadamente caro. Es complicado encontrarlo, pero no sólo por el precio. Es difícil saber cuánto suelo público hay en Mallorca. Intuyo que no hay mucho. Del Ibavi podríamos tener los datos, pero de los ayuntamientos apenas se sabe nada. Seguramente tienen poco.
¿Las cooperativas son una alternativa a la oferta de vivienda pública, igualmente convencional?
—Las políticas públicas de vivienda no pueden basarse únicamente en construir pisos y ponerlos en alquiler. Tiene que haber opciones para las clases medias y las poblaciones de 30-40 años que quedarían fuera de los alquileres del Ibavi. En Mallorca, una persona de 30 años no lo tiene nada fácil. O recibe una casa en herencia o comparte piso con otros. Con un alquiler de 800 euros, ni siquiera dispones de una casa de cierta calidad.
Y en Mallorca no hay tradición cooperativa.
—La hay en el ámbito agrario, no en el resto de la sociedad. En la Península sí hay más tradición, sobre todo en Catalunya. Ahora mismo, no tengo constancia de ninguna cooperativa de vivienda en Mallorca. De manera muy incipiente, hay algunas iniciativas de cooperativas de vivienda senior. Serían como las cooperativas de cesión de uso, pero enfocadas a personas mayores que quieren vivir su vejez de manera colectiva y activa, con viviendas pequeñas de 40-50 metros cuadrados porque dan mucha más importancia a los espacios comunes.