Este 14 de marzo se cumple un año de la declaración del estado de alarma en España para frenar los contagios de la COVID-19. Una fecha que supone un punto de inflexión en nuestras vidas.
El sábado 14 de marzo, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, realizó una declaración institucional para informar sobre la entrada en vigor del estado de alarma al día siguiente. La autoridad competente en todo el territorio era el Gobierno de España. Tenía una vigencia de 15 días, con medidas restrictivas que limitaban el movimiento. Las calles estaban desiertas y el miedo se palpaba en el ambiente.
Cabe precisar que las restricciones empezaron antes, ya que el jueves 12 de marzo se anunció el cierre de los colegios en Baleares; el viernes 13 de marzo fue el último día de clase. Alumnos, padres y profesores acudían a los centros escolares ante el miedo y la incertidumbre que generaba una medida inédita.
El lunes España decidió cerrar las fronteras terrestres. Un día después, la presidenta del Govern, Francina Armengol, anunció que Baleares quedaba confinada por mar y aire, debido a la prohibición de los vuelos comerciales a Baleares salvo contadas excepciones.
Mientras tanto, los sanitarios se dejaban la piel para intentar salvar vidas; se enfrentaban a un enemigo totalmente desconocido y sin los medios necesarios para poder protegerse y evitar contagios; tuvieron que improvisar batas con bolsas de basura, entre otras medidas.
Los ciudadanos fueron conscientes de este sobreesfuerzo y cada tarde a las 20:00 horas miles de personas salían a aplaudir e estos héroes a los balcones, que también se llenaron de arcoiris y mensajes de ánimo. Imágenes emocionantes que han quedado guardadas en el recuerdo para siempre.
El 22 marzo, Sánchez anunció la extensión del estado de alarma hasta el 11 de abril. El virus seguía ganando terreno y el Gobierno reforzó el papel del Ejército: limpieza de instalaciones públicas, conversión de grandes espacios -como el Palacio de Congresos de Palma -en hospitales de campaña, etc.
El 26 de marzo, el Congreso autorizó la primera prórroga del estado de alarma; desde ese momento se fueron renovando cada 15 días.
Las restricciones seguían sin ser suficientes y la COVID-19 estaba ganando claramente la batalla. El día 29 de marzo, un Consejo de Ministros extraordinario aprobó suspender las actividades no esenciales hasta el 9 de abril y establecer un permiso retribuido recuperable para los trabajadores afectados. El 30 de marzo también se prohibieron los velatorios y ceremonias fúnebres.
El día 13 abril, empleados de la industria y la construcción se reincorporan al trabajo tras finalizar la suspensión de las actividades no esenciales.
Relajación de las restricciones
El 26 de abril, los niños volvieron a salir a la calle -aunque los parques estaban cerrados-, tras haber estado sometidos a un duro confinamiento. El 28 de abril, el Gobierno aprobó un plan de desescalada con cuatro fases, pero a distintas velocidades según las islas y provincias. La duración prevista era de entre 6 y 8 semanas, pero no todas las regiones la cumplieron.
El día 2 de mayo miles de personas se lanzaron a la calle en el primer día de salida generalizada para pasear o hacer deporte; se organizaron por edades y franjas horarias.
El 4 de mayo arrancó la Fase 0 de desescalada que permitía, entre otras cosas, la apertura de peluquerías, pequeños comercios con cita previa y restaurantes con comida para llevar. El uso de mascarilla era obligatorio en el transporte público. Formentera, La Gomera, El Hierro y La Graciosa entraron directamente en la Fase 1. Las fases se iban revisando cada 15 días y las Islas las fueron superando cada dos semanas.
El día 15 de junio supuso otro hito importante, ya que llegaron a Mallorca los primeros turistas, fruto de un proyecto piloto que el Gobierno puso en marcha en Baleares; fueron recibidos con honores por parte de las autoridades.
El 21 de junio tuvo lugar la apertura de las fronteras con el espacio Schengen; salvo las de Portugal, que reabrieron el 1 de julio.
'Nueva normalidad'
El 22 de junio entró en vigor la denominada como 'nueva normalidad' y, con ella, la movilidad entre comunidades autónomas. El presidente del Gobierno aseguró que habíamos derrotado al virus, pero con el paso de las semanas se puso de manifiesto que no había sido así.
En julio se aprobó el uso obligatorio de la mascarilla en Baleares, aunque había excepciones, como los paseos marítimo. La pandemia no pudo inicialmente con el turismo de borrachera y el Govern tuvo que decretar el cierre de todos los establecimientos de Punta Ballena y las calles de la Cerveza y del Jamón, tras las imágenes de desmadres que dieron la vuelta al mundo.
Este mes también llegaron los brotes de coronavirus, que se intensificaron el agosto. Los principales emisores de turistas, como Alemania, aconsejaron no viajar a Baleares. Esto supuso la estocada a una temporada atípica, ya que muchos hoteles echaron en cierre en pleno agosto.
Si en la primera ola de la pandemia la autoridad competente en todo el territorio era el Gobierno de España, en la segunda y sucesivas lo eran las comunidades autónomas.
Nuevas restricciones
En septiembre llegaron los confinamientos perimetrales de barrios: Son Gotleu, Can Capes, la Soledat Nord y parte de Son Canals fueron los primeros, pero les siguieron otros; incluso municipios enteros, como Manacor.
El Gobierno aprobó un segundo estado de alarma a finales de octubre por seis meses, pero que no prevé confinamientos domiciliarios como el primero. Sí prevé el toque de queda; su objetivo es dar cobertura legal a los gobierno autonómicos para que puedan aprobar restricciones sin que las tumben los jueces.
Estas medidas no resultaron muy efectivas y se apostó por los cribados masivos. Tampoco fueron suficientes y el 10 de diciembre el Govern adelantó el toque de queda a las 22:00 horas y hasta las 6:00, debido al incremento de contagios. Además, se cerró el interior de bares y restaurantes de algunos municipios.
Los contagios seguían al alza y a mediados de diciembre se aprobó que las terrazas de bares y restaurantes tendrían que cerrar a las 18:00 horas los fines de semana y vísperas de festivos; también se cerró el interior de la restauración.
La pandemia seguía fuera de control y tras las fiestas de Navidad, Salut prohibió las reuniones entre no convivientes y cerró la restauración y los gimnasios; así como las grandes superficies, centros comerciales y establecimientos de más de 700 metros cuadrados, salvo los destinadas a productos de primera necesidad.
Y llegaron las vacunas. Con las restricciones más duras de la tercera ola activas, el 27 de diciembre España recibía las primeras dosis de Pfizer. Las comunidades autónomas organizaban una primera jornada de inmunización simbólica que en Baleares llegaba a la residencia de mayores Sant Miquel de Palma.
Con la vacunación avanzada en las residencias de mayores y del personal sanitario en primera línea de lucha contra la COVID-19, y también con la caída de los contagios, a mediados de febrero comenzó una nueva desescalada lenta, que ha arrancado con la reapertura de las grandes superficies comerciales. El pasado 2 de marzo reabrieron las terrazas de bares y restaurantes: está previsto, salvo que aumenten los contagios, que el 15 de marzo puedan reabrir los interiores.
Un año después de aquel 14 de marzo que marcó para siempre la vida de la sociedad actual, la pesadilla sigue presente, aunque con la esperanza que presenta la vacuna contra la COVID-19. Aunque el ritmo de vacunación es lento, debido a la falta de dosis, los resultados, de momento, son muy positivos.