David Rodríguez es uno de los nueve fallecidos en Baleares. Falleció el pasado sábado por coronavirus. No tenía 20 años ni tampoco patologías previas como inicialmente informaron las fuentes oficiales. Desde el dolor por la pérdida y el desasosiego de vivir el duelo alejado de los familiares lo explica su hermana Loli, que lamenta todas las circunstancias que han desembocado en un trágico final.
«Mi hermano era un chaval de 30 años que estaba como un toro. Tenía el síndrome de Angelman -una enfermedad genética que afecta al sistema nervioso y causa problemas en el desarrollo del cerebro-, pero no tenía ningún problema previo de salud», explica Loli Rodríguez, que subraya que el fallecimiento se produce «por la COVID-19 no con la COVID-19 porque no tenía enfermedades».
La pasada semana empezó a encontrarse mal, aunque no tenía fiebre, y su madre decidió que no fuera al Colegio Mater Misericordiae para estar en casa. «En el PAC los trataron muy mal, como si fuera un apestado, y le dieron antibióticos al diagnosticarle que tenía la garganta roja y anginas», explica Loli. «Su única patología es que él no tenía la capacidad para expresarse y decir que tenía problemas para respirar», incide.
Experimentó cierta mejoría y sus padres decidieron pasar la cuarentena en su casa de campo en Llucmajor hasta que este pasado miércoles comenzó a sentirse muy mal y las convulsiones por culpa de la fiebre hicieron que una ambulancia lo trasladara el jueves a Son Llàtzer. Los resultados se demoraron más de 24 horas, antes ya fue diagnosticado su padre y posteriormente también su madre, que han permanecido junto a él hasta el último momento.
La familia informó al Colegio Mater Misericordiae del caso de David para poner en alerta y en ese momento la directora le comunicó que tenían más casos en el centro. «Considero que nos ha faltado información porque conociendo la situación quizás algunas familias habrían optado por tener a los chicos en casa», lamenta Loli Rodríguez, que subraya que el problema que le ha tocado sufrir a su familia es que las pruebas «no se hacen en el momento que se tienen que hacer».
Si tiene palabras de reconocimiento para el personal de Son Llàtzer, que siempre se mostró «muy respetuoso». «Mis padres pudieron estar durante todo el tiempo con él y probablemente haya sido el único enfermo de coronavirus que habrá muerto acompañado», concluye.