Margarita Bauzá Puigserver, nació en Palma, y hasta el 22 de agosto residió en Marratxí. Desde esa fecha hasta hoy vive en el convento de Santa Clara, de Palma, donde ha iniciado, como postulante, el camino para ser monja de clausura. Durante la entrevista en el convento la acompaña sor Juana Ana, de Campos, que es monja y lleva 24 años en el monasterio de las clarisas, al que entró a la misma edad que Margarita. Ahora es su maestra.
Margarita tiene 18 años, había aprobado la selectividad con buena nota y su intención era la de ser maestra. Tenía novio, salía de fiesta, se tomaba alguna que otra copa, como todos los jóvenes, y, de la noche a la mañana, lo dejó todo para entregarse de por vida a este monasterio, del que saldrá solo para votar, ir al médico o por algo muy especial. «No fue de la noche a la mañana –matiza Margarita–. Desde que sentí la llamada de Dios hasta que entré en el convento ha pasado un año. Y a lo largo de este tiempo, Dios me ha ido hablando, me ha ido de una manera seduciendo, y yo me he enamorado de él. Y como Él me ha pedido que le entregue mi vida, yo le he dicho que sí».
—¿A qué ha tenido que renunciar al dar este paso?
—A nada. Porque si lo comparo con lo que me ha dado Dios... ¡como es tanto..! Es que no se puede comparar.
—¿Dónde sintió la llamada de Dios?
—En Cracovia, Polonia, a donde había acudido para asistir a la Jornada Mundial de la Juventud, con el Papa.
—¿Cómo se lo dijo a su novio...?
—Cuando regresé a Palma, quedé con él y le dije que lo dejábamos, sin darle más explicaciones. Estuve un año sin contarle nada. Esto hizo que me sintiera mal, y más viendo que él respetaba mi decisión, sin molestarme ni pedirme nada. Entonces, cuando tomé la decisión de entrar aquí, hablé con él y se lo expliqué. Y la verdad es que le estoy muy agradecida, porque a lo mejor no lo entendió del todo, pero respetó mi decisión.
—¿En el tiempo que está aquí, ha tenido alguna duda, crisis...?
—No, ya que más feliz que aquí no voy a estar en ningún lugar.
—¿Qué les diría a los chicos y chicas de su edad para que la entendieran...?
—Seguramente no me entenderían, porque entender esta vida no es fácil... Pero yo les diría que si Jesús te pide una cosa, como me ha pedido a mí, hay que decirle que sí, pues no encontrarán nada mejor que esto.
—¿Cómo es su día aquí dentro? Una rutina, suponemos...
—Aunque al entrar pude pensar que lo podría ser, no lo es. El amor de Dios hace que cada día sea distinto, nuevo. Por eso, cada vez estoy más enamorada de Él.
—¿Ha vuelto por su casa?
—No, no he vuelto, pues he optado por la vida de clausura, que conlleva no salir de aquí. Pero mi familia me ha visitado.
—¿Cuándo será monja?
—No antes de nueve años... Ahora soy postulante. Si lo supero, que seguro que sí, pasaré a ser novicia, luego entraré en la etapa de juniorado, donde podré hacer votos temporales, y por último ser monja.
—Tiempo más que suficiente para pensárselo, ¿verdad?
—Dios me llamó aquí, y aquí estoy. Y haciendo la voluntad de Dios es como me siento más feliz.
—¿Ven televisión...?
—No, pero nos solemos enterar de las cosas. Algún domingo vemos alguna película religiosa.