Aunque cultivan la melodía y poseen unos arpegios prístinos, lo cierto es que Niños Mutantes no goza del predicamento que merece. Y no será por intentarlo. Su repertorio agridulce pero esperanzado, repleto de estribillos que prenden en la memoria del oyente, lleva la friolera de 25 años en ruta, sin paradas de avituallamiento. Del tirón. Una longevidad indie de la que solo La Habitación Roja y Los Planetas pueden presumir, «también Sr Chinarro», apunta Juan Alberto Martínez, abogado y cantante del cuarteto granadino, que formará parte del elenco de bandas que amenizará la Revetla de Sant Sebastià con un concierto, el próximo 19 de enero en la Plaça Joan Carles I.
Escuchar a Niños Mutantes es como invertir en Bonos del Tesoro. Hay poco margen para el sobresalto y una contrastada garantía de disfrute, como corresponde a los valores seguros. Nunca han querido enredarse en complejidades sonoras, no hay audacias armónicas ni derroches estilísticos en sus canciones. Eso podría cambiar, su frontman adelanta que «para nuestro próximo disco nos planteamos una transformación sonora».
Por el momento, siguen presentando en sus conciertos los temas de Diez (2017), un trabajo cercano, de guitarras entrelazadas y reivindicación pop, uno de esos discos repletos de canciones que carecen de fecha de caducidad. En el «mezclamos mala leche y electricidad, llevábamos unos discos de pop amable y nos apetecía un cambio. Este cambio, de alguna forma, venía precedido por unas disputas internas que habían puesto en peligro nuestra continuidad como grupo. Al final, la sangre no llegó al río, «somos amigos de infancia, acabamos arreglando las cosas».
Sobre el escenario, como seguro será en la Plaça Joan Carles I, los andaluces aceptan el cuerpo a cuerpo con el público, conscientes de que sus canciones ganan muchos enteros. «Somos uno de esos grupos cuyos discos no atrapan toda la energía que sí liberan en directo». Allí arriba, bajo el haz de luz, no dudan en desenterrar sus temas más antiguos, esos que sonaban cuando no existía el guasap y todos teníamos más tiempo libre. Pequeñas joyas como Globo o El sonido de tu corazón son emocionantes crónicas sobre el desplome sentimental que parecen heredadas de los escoceses Teenage Funclub, repletas de estribillos ascendentes que aguantan muy bien el revestimiento del tiempo.
Colegueo
A mediados de los 90, cuando Niños Mutantes empezaban, el colegueo entre bandas era nulo. Entonces, los grupos apenas se relacionaban. Llegaban a un concierto, se metían en el camerino y tan solo decían ‘hola' si se topaban de frente, había esa cosa tan española de hacer bandos. «Ahora todo se ha normalizado, hay un sentimiento de hermandad entre bandas de los 90», concluye.