La polifacética actriz Llum Barrera (Alcúdia, 1968) interpreta a Martina, una mujer sencilla a la que le tocan más de 18 millones de euros, en la obra La lista de mis deseos, que se representará en el Auditórium de Palma del 11 al 14 de octubre. «Llevamos un año de gira y la respuesta del público ha sido más que buena, como el pasado mes de junio en Alcúdia, mi pueblo. A ver si acabo con el dicho de que ‘nadie es profeta en su tierra'», afirma esta artista que no actúa en Ciutat desde el año 2009. Ayer lo hizo en el Teatro Cervantes de Alcalá de Henares y hoy, en Aranjuez, con esta misma obra.
¿El título hace referencia a qué necesitamos para ser felices?
—El monólogo explica que no necesitamos tantas cosas para ser felices. A Martina, una mujer con una vida muy sencilla y modesta, de repente le caen 18.547.301,28 euros, y dice: «Ostras, ¿ahora podré seguir con mi vida sencilla y de felicidad o tengo que hacerme la millonaria? ¿Cómo manejo todo esto?»
Recuerda a personas normales a las que les toca el gordo y años después reconocen que fue lo peor que les pasó en la vida.
—La obra te hace reflexionar sobre eso. A mitad de función pasa algo que es lo que a ella realmente le cambia la vida, y no es precisamente que le haya tocado la lotería, sino un acontecimiento personal. Eso te hace pensar en dónde radica la verdadera felicidad. En acaparar muchos millones y estar sola en el mundo, o en tener lo que tienes, que te basta para lo que necesitas, y contar con gente cerca de ti.
El dinero no hace la felicidad…
—Ligamos la felicidad a tener un porrón de millones y no tiene porqué ser siempre así.
¿Comedia y drama?
—Hay momentos de risa. No de carcajada, porque no es un monólogo cómico. En verdad, Martina es un personaje cargado de ironía y eso hace que la gente se ría con ella. También hay momentos muy emotivos con los que el público se identifica. Hemos perdido a seres queridos, tenemos a un padre enfermo... cosas que no arreglas con el dinero. La gente se emociona porque reflexiona sobre su propia vida.
La protagonista es una mujer normal a la que le toca un premio gordo y tiene una lista de deseos enorme y los va satisfaciendo.
—Desea desde un televisor de pantalla plana, hasta un pela verduras. Y se planeta: «¿Cuándo tenemos mucho dinero necesitamos tantas cosas?» Tiene una lista de necesidades, deseos y locuras.
¿Coinciden con su lista?
—La verdad es que no. Mi deseo es comprarme un teatro. Como el teatro es un negocio que siempre produce pérdidas, solamente te lo puedes permitir cuando tienes una millonada detrás como colchón. En mi teatro, trabajaría en lo que quisiera, sin depender de nadie. Y estaría con mi gente. Creo que debe dar mucha satisfacción poder repartir el dinero con tu gente.
Al ver a un actor en el escenario se detecta glamour y fama. Pero la vida del intérprete teatral no es tan brillante.
—Es dura. Es la más pobre de las vidas en el mundo del espectáculo; es una vida de carretera y manta. De hacer maletas y estar hoy aquí y mañana allí. Es lo que más trabajo lleva, y lo que está peor pagado. Pero para mí es lo más gratificante. Subirte a un escenario en directo y tener al publico que respira contigo no es comparable con nada.
¿Le hace ilusión actuar en Palma?
—Mucho, porque me podrán ver muchos amigos que no pudieron ir a Alcúdia en junio. Hace mucho que no subo a un escenario en Palma. Es mi tierra y me hace muchísima ilusión actuar en casa.