Conserva en Facebook un ejército de más de 41.000 «guerreras» que siguen sus historias. La milicia es inferior en Twitter, con 21.000 soldados pero tras sus constantes presentaciones encuentra aliados que se enrolan en sus tropas. Y son fieles. La escritora Megan Maxwell (Núremberg, 1965), seudónimo de Carmen, ha publicado cerca de dos decenas de obras, entre chick lit, comedia romántica, medieval y erótica, en tan solo cinco años. La autora firmó ayer ejemplares de su último trabajo, Adivina quién soy esta noche, en El Corte Inglés de Avingudes. A Maxwell le halaga que su legión de lectoras se tatúen en el pubis algunos títulos de sus novelas.
—¿Qué le animó a incurrir en un género como la novela erótica?
—Mi editora me llamó y me lo propuso. Al principio dije que no, que no sabía hacerlo, pero luego me lo pensé y acepté el reto.
—¿En qué momento decide dejar la asesoría jurídica?
—No lo dejé por los libros, sino porque mi hijo se puso enfermo. Fue en 2001 cuando dejé de trabajar y no publiqué hasta 2009.
—Sus primeros relatos no fueron eróticos, llegaron a rebufo de Cincuenta sombras de Grey.
—La primera novela que publiqué es chick lit o contemporánea. He tenido muchas novelas así o medievales hasta que llegué a lo erótico.
—¿Hay un antes y un después desde que le fichó Planeta?
—Lógicamente Pídeme lo que quieras ha marcado un antes y un después de lo que era Megan Maxwell, en el sentido de que ahora me conoce muchísima más gente, escribo un género que antes no acostumbraba y una vez que has tenido cierto éxito las cosas se te facilitan un poco.
—Veinte obras en cinco años, es una trayectoria bastante prolífica. ¿Cómo lo hace?
—Porque llevo escribiendo veinte años y publicando solamente cinco. Entonces en esos quince que restan he escrito novelas.
—¿Dónde se construye la frontera entre lo erótico y lo pornográfico?
—La pone cada uno. A lo mejor, lo que a mí me puede parecer erótico para usted es pornográfico.
—Sus seguidoras le cuentan que se han tatuado en el pubis títulos de sus libros. ¿Qué opina?
—Alucino. Es un halago porque eso es para toda la vida. Pienso en lo mucho que les ha marcado lo que he escrito. Me enseñan fotos o incluso en persona.
—¿Qué ingredientes debe contener la novela erótica?
—Las dosis justas de romanticismo, erotismo, pasión, morbo, lujuria...
—¿Piensa en el público cuando escribe?
—Sí, porque ya tengo mi legión de guerreras y muchas veces me río cuando escribo algo y digo: verás tú cuando lean esto.
—Habla en femenino. ¿No hay guerreros?
—Hay muchos guerreros, lo que pasa es que me siguen más mujeres que hombres. Los guerreros vienen en la sombra.
—¿Son más reticentes los hombres a reconocer que leen novela erótica?
—Leen mis novelas, pero me lo dicen en privado.