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El ritual ganador de Nadal

Rafa Nadal muerde su vigesimoprimer título de Grand Slam. | ASANKA BRENDON RATNAYAKE

| Palma |

Botellas de agua colocadas al milímetro, no pisa las líneas de la pista, se ajusta la ropa interior y la camiseta a la altura de los hombros, el pelo por encima de las orejas. Mira el reloj de la pista para apurar hasta el último segundo en el servicio. «Lo hago desde que era pequeño y lo he estado haciendo toda la vida. En un deporte como el tenis uno va incorporando rutinas para no pensar, estas cosas ayudan a estar focalizado en lo que tengo que hacer», explicaba Rafa Nadal hace tiempo en una entrevista.

Incluso una de las mentes más frías del tenis actual, el moscovita Daniil Medvedev, que durante el inicio del partido se mantenía impasible a pesar de que estaba superando con aparente facilidad al mallorquín, termina perdiendo la concentración al ver que Rafa no cede. El de Manacor lo tiene todo casi perdido, dos sets abajo y 0-40, se le escapa la final, pero repite sus rituales. No se deja ni un detalle, lo hace ya casi de forma inconsciente.

Cualquier otro jugador del circuito estaría totalmente fuera del partido, desconcentrado, la final está perdida, pero Nadal de nuevo salva lo que parecía imposible y sigue vivo. Se aferra al partido como si le fuera la vida y eso machaca mentalmente a sus rivales. El ruso habla con el árbitro y se refiere al público, que desde algunos sectores han estado realmente faltos de educación, como «idiotas»; Rafa ajeno a todo coloca sus botellas y sigue centrado.

Los rituales le llevan a un estado de concentración extraordinario, aunque el partido penda de un hilo. Cinco horas y 24 minutos después Nadal consigue remontar y se alza con su vigesimoprimer título de Grand Slam. Toca llevar a cabo el último de sus rituales, probablemente el más satisfactorio: morder la copa.

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