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Tres balazos, múltiples heridas y una muerte gloriosa en el norte de África

Sebastià Vila, el héroe mallorquín que falleció demasiado joven en el Rif, fue uno de los primeros en enrolarse en el Tercio de Extranjeros, prolegómeno de la Legión

Legionarios y regulares defienden una posición durante la Guerra del Rif. | Redacción Menorca

| Palma |

Un paradigma de soldado abnegado, de inquebrantable compromiso con sus camaradas, es el del capitán Sebastià Vila (Palma, 24 de enero de 1896 - Sidi Mesaud, Marruecos, 23 de agosto de 1923). Su recuerdo quedó plasmado en una placa aun visible en las calles de Ciutat, y en el nombre de una vía de la capital balear. Este mallorquín sirvió al Ejército de Tierra once años en el primer tercio del siglo XX, si bien su recuerdo se fraguó en la Guerra del Rif, donde fue herido. Regresó a la contienda tras reponerse, y finalmente perdió la vida alcanzado por las cabilas rifeñas. Sin embargo, sus méritos le valieron la admiración de sus compañeros y una condecoración póstuma. Esta es su historia.

El norte de África que conoció el capità Vila hace más o menos cien años era un auténtico hervidero. La inestabilidad y la violencia acuciaron a partir de la sublevación de las tribus del Rif, región montañosa del norte de Marruecos, contra las autoridades coloniales españolas y el Imperio francés. La Real Academia de la Historia loa a este militar balear de hace un siglo, ascendido a capitán por méritos de guerra, y caballero Laureado de San Fernando.

Además de las fuentes historiográficas tradicionales, existe un profuso escrito que derrocha admiración del comandante de Infantería y Legionario de Honor Francisco Ángel Cañete Páez. En él se relatan de forma detallada las acciones y méritos del mallorquín. Tanto asombro tiene una explicación sencilla: a Sebastià Vila se le considera un referente del Tercio de Extranjeros, prolegómeno de la Legión.

Antes de referir los hechos por los que al capità Vila se le recuerda cien años después de su muerte cabe contextualizar primero los sucesos alrededor de la guerra del Rif, así como su carrera militar. La importancia de la también llamada segunda guerra de Marruecos se inscribe en las ya iniciadas tensiones territoriales que desembocaron de pleno en el proceso de descolonización del norte de África y el conjunto del continente. A consecuencia de los tratados resultantes quedaron delimitados los protectorados español y francés en el área.

El capità Vila mamó el amor por lo castrense desde niño, pues fue hijo del teniente coronel de Infantería Miquel Vila. Tras pasar por la academia de Toledo, su primer destino fue Lleida, antes de trasladarse al Regimiento de Inca, de guarnición en Palma, y un año después al de África, en Melilla, donde formó parte activa de las misiones que le encomendaron en reconocimientos, protección de convoyes y ataques a posiciones enemigas. En 1919 prestó servicios extraordinarios en Barcelona durante el estado de guerra del mes de julio, antes de regresar al Regimiento de Inca.

En 1921 consiguió destino en la Primera Bandera de la Legión. Con la columna del coronel Castro Girona intervino en multitud de misiones hasta el 8 de septiembre, cuando fue herido en el transcurso de la ocupación de Casabona, en ocasión de la cual recibió metralla en la cara, un balazo en el brazo derecho y otro en el antebrazo izquierdo.

El cronista reseña que, pese a sus múltiples heridas, el capità Vila continuó avanzando hacia el enemigo. Tras reponerse de su estado pasó todo el 1922 luchando. El 16 de agosto de 1923 el caudillo rifeño Abd el Krim asedió la posición de Tifaruin, que quedó aislada por completo al día siguiente.

Placa que señala la casa familiar del capitán, en plena calle dels Oms. Foto: Wikipedia.

Una columna salió en la tarde del 17 de Dar Quebdani para tratar de restablecer la comunicación telefónica, pero fracasó al igual que otro intento posterior. En la madrugada del 18 de agosto tres robustas columnas españolas partieron con el fin de llevar agua, víveres y municiones a la posición; en una de ellas el capitán Vila comandaba la 14.ª Compañía de la Legión. Las siguientes líneas provienen de la pluma del comandante de Infantería y Legionario de Honor Cañete Páez:

Detenido el avance por el enemigo y agotadas físicamente las tropas españolas por la resistencia y acometividad del contrario, unido al calor excesivo y a la escabrosidad del terreno, el capitán Vila tuvo necesidad de desplegar sus fuerzas desde el primer momento del fuego y asaltar las lomas desde las que numerosos adversarios, que en ellas se habían hecho fuertes, dificultaban la operación y causaban abundantes bajas.

Al frente de dos secciones, avanzó a la bayoneta y durante la carga recibió un balazo en un muslo que le produjo una gran hemorragia, y al intentar retirarlo al puesto de socorro se resistió a ello, hasta que un cuarto de hora más tarde, coronadas ya las alturas y debilitado extraordinariamente por la sangre vertida, pudo ser evacuado en camilla a Sidi Mesaud, falleciendo durante el trayecto. Da idea de la dureza de la operación el que durante ella perdieran la vida un teniente coronel y doce oficiales.

Quién sabe si la tozudez del capitán Sebastià Vila fue la responsable de que la operación tuviera éxito. Quién sabe si, con ello, el mallorquín sentenció su carrera militar y su vida. Lo cierto es que el enfrentamiento costó miles de vidas de combatientes españoles, y aunque hacia 1926 la zona había sido pacificada, la contienda dejó un profundo recuerdo a ambos lados del estrecho. Los rifeños no olvidaron, y a mediados del siglo XX volvieron a rebelarse, esta vez contra el poder de Rabat.

¿Qué pasó con el oficial balear, caído en el norte de África? Según consta en los escritos castrenses fue ascendido al empleo de comandante a título póstumo y se abrió expediente de juicio contradictorio para la concesión de la Cruz Laureada de San Fernando, otorgada por Real Orden de 28 de febrero de 1927.

La Cruz Laureada fue adquirida por suscripción entre todos los jefes y oficiales del Tercio y entregada en 1927 a su padre en el Cuartel General Luque de Inca, a cargo del capitán general de Baleares. Ese mismo año Santanyí, localidad de donde procedía su familia paterna, le nombró «hijo adoptivo» y bautizó con su nombre una calle. Palma colocó una lápida conmemorativa en la casa donde nació, en el número 140 de la calle dels Oms. Todavía hoy permanece allí. En 1928 sus restos mortales fueron trasladados al panteón de los héroes del cementerio de la Purísima Concepción de Melilla.

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