Hay lugares que, sin ser excepcionales, superan las expectativas al ofrecer una adecuada mezcla de emplazamiento, ambiente y servicio. Esto es lo que sucede en el caso de Molico, un particular entorno gastronómico ubicado en un antiguo molino de Sencelles, con una zona exterior de doble terraza de impresionantes vistas a la Tramuntana. Si a eso le añadimos una interesante oferta en la que se dan la mano platos mediterráneos, orientales, latinoamericanos y buenas creaciones a la parrilla, el resultado es ampliamente satisfactorio.
Molico es más que un restaurante. Se autodefinen como gastropub porque en sus espléndidas terrazas, rodeadas de arbolado y vegetación, acogen en el buen tiempo conciertos y recitales mientras su heterogénea clientela toma una copa, comparte algunas de sus creaciones culinarias o directamente almuerza o cena más formalmente, casi siempre con buena música de fondo. El interior, de acogedor decorado, dispone de pocas mesas debido a las limitaciones de la construcción; el punto fuerte está, claramente, en su relajante exterior, donde un servicio atento y diligente hace lo posible por no verse desbordado en los momentos de máxima afluencia. El lugar es ideal para el buen tiempo, por lo que es aconsejable reservar con antelación para disfrutar de los impresionantes atardeceres.
En la parte estrictamente gastronómica, tres cocineros de nacionalidades diversas (francesa, italiana, búlgara) se encargan de sacar adelante su atractiva y heterogénea oferta en la que se dan la mano platos de inspiración mediterránea, árabe y norteafricana (babaganoush con cordero ecológico especiado al estilo libanés, crema agria, pistachos granada y pan de pita, o shawarma kebab de pollo sobre tabulé de bulgur); otros de connotaciones hispanoamericanas (arepa de queso con cochinita pibil y salsa de birria, cazuela de ternera con queso, jalapeño y tostaditas de maíz morado), y diferentes carnes aprovechando la magnífica parrilla, que manejan con soltura (pluma ibérica con patata, guacamole y pico de gallo; churrasco de ternera asada con boniato y salsa Alabama o chuletitas de cordero ecológico con patatas, calabacín, berenjena y yogur). De vez en cuando, hay incorporaciones a su carta habitual, como la estupenda entrama (entraña gruesa) de ternera que ofrecían –y tomamos– el día de nuestro almuerzo, en su punto de parrilla, acompañada de patatas panadera y encurtidos (21€).
Hay unos cuantos platos vegetarianos en su propuesta, adecuados para compartir de entrantes, como las sabrosas alcachofas de Jerusalén fritas (tupinambos) con queso feta y eneldo (7€), o la delicada berenjena asada a la piedra con salsa agria, almendra tostada, chips de remolacha, granada y pan de pita, muy atractiva de presentación y, sobre todo, de textura y sabor (13€). Algunos de los postres son de una cierta originalidad, como el trifle con crema de mascarpone al coco y piña caramelizada, de bella presentación. Un buen detalle es que sugieren acompañar los postres con una copa de jerez dulce, que siempre marida bien al final de una comida. Amplia oferta de cervezas y de vinos, con una buena representación mallorquina, que pueden tomarse por copas a un precio bastante razonable. Un lugar de creaciones ligeras, atractivas, saludables, perfectas para compartir, que no destaca por su vajilla, cubertería y copas, en medio de un entorno que te hace sentir a gusto desde el mismo momento en que se franquea la entrada de este antiguo molino. Buena relación calidad precio.