La Mallorca de antaño distinguía Pasco Florida de Pasco Granat. La primera era la celebración principal de uno de los dos ciclos festivos anuales distinguidos gastronómicamente en nuestro cançoner: «Si cada dia fos festa / i Nadal de mes en mes/ i Pasco cada setmana / i Corema mai vengués». Su conmemoración obligaba a una cocina propia y extraordinaria, caracterizada por platos específicos de la festividad. A menudo se generalizaban a todo el territorio isleño, pero determinadas zonas han conservado hasta ahora preparaciones exclusivas y no comunes al resto. Ejemplos de esto serían las formatjades de Pollença o las greixoneres dolces que se hacían en la zona de Andratx y s'Arracó.
En esas dos últimas localidades parece no haber existido mucha costumbre de hacer las típicas empanadas. En cambio era habitual preparar una greixonera dolça como postre para el día de Pascua, no muy diferente de otros dulces que ostentan el mismo nombre, costumbre que parece seguir aún vigente. Se trata de una variante de lo que en nuestra cocina suelen denominarse también pudin o budin, evidentes deformaciones del inglés pudding o del francés boudin, con las cuales tiene poco o nada que ver.
En cambio tiene mucho en común con otros dulces locales también denominados greixoneres, perteneciendo al amplio grupo de platos conocidos bajo ese nombre. En la vertiente dulce de este núcleo se cuentan las de greixoneres de arroz dulce, la de avellanas o la de patatas, cuyas recetas figuran en la compilación del agustino palmesano fra Jaume Martí (m. 1788). Muy similar es una graixonera dulce destinada a consumirse los viernes cuaresmales. Otra sería la greixonera de Sta. Magdalena cuya receta aparece en el texto del agustino citado, si bien es atribuida simultáneamente al también palmesano convento de Santa Margalida. A éste último se adjudica también la greixonera de pasta de diamant o de punta de diamant de Santa Margalida. Todas parten de un bescuit u otra pasta semidulce bañada con huevos y leche, animal o de almendra, debidamente aromatizada y endulzada.
La receta andritxola se basa en las dolces de bescuit, que podían, y pueden, sustituirse por rebanadas del rollo con el cual obsequiaban los padrinos a sus ahijados el Jueves Santo, un poco tostadas o bien ensaimadas de días anteriores. Cualquiera de estas piezas partida a mano, se dispone en el fondo del recipiente para bañarla con una mezcla de huevo batido y leche entera, bien azucarada y aromatizada con ralladura de corteza de limón y canela. Una proporción orientativa sería la del seis, considerando que por seis dolces o ensaimadas pondríamos seis huevos muy batidos, un litro de leche con seis cucharadas soperas grandes de azúcar y la canela y ralladura de limón al gusto. La mezcla se hornea al baño maría, unas dos horas a 160 grados, aunque decidirá el final de la cocción probar si la masa deja restos en una hoja de cuchillo o en una aguja al introducirlas en la receta.