Leemos en una de tantas aventuras del genial detective londinense que «tal como yo había esperado –contaba el doctor Watson–, Sherlock Holmes estaba haraganeando en su sala de estar, cubierto con un batín, leyendo la columna de sucesos del Times y fumando su pipa antes del desayuno, compuesta por todos los residuos que habían quedado de las pipas del día anterior, cuidadosamente secados y reunidos en una esquina de la repisa de la chimenea. Nos recibió con su habitual amabilidad tranquila, pidió más tocino y más huevos y compartimos un sustancioso desayuno. Al terminar nos instaló en el sofá, y puso al alcance de la mano de sus visitantes sendas copas de brandy con agua… Hatherley, que había sido previamente atendido por Watson, dijo sentirse otro hombre desde que el doctor había vendado sus heridas y agradeció el desayuno que había completado su cura…».
Añadamos, que según esos textos, la sirvienta de Holmes, la señora Turner, era una experta en los ‘huevos al nido' y aunque sea un plato muy sencillo, resulta sabroso y yo les invitaría a prepararlo del siguiente modo: Troceamos tres lonchas de tocino y las sofreímos. Le añadimos, luego, una cebolla picada y la rehogamos hasta que se dore. Seguidamente abrimos dos tomates por la mitad y los vaciamos con una cucharita. Pasamos a rellenarlos con el sofrito hecho antes y disponemos los huevos crudos en el interior del tomate. Ya completado esto, ponemos el horno a una temperatura media o moderada y metemos ahí el preparado para que cueza durante un cuarto de hora. Presentamos el plato acompañándolo con una salsa mahonesa.
Pero hablemos también de Arthur Conan Doyle (Edimburgo, 1859-Crowborough, Sussex, 1930) que alcanzó, con su personaje, una inmensa popularidad e hizo escuela en el género y creó en 1892 un tipo de detective al cien por cien británico, imperturbable, enormemente sagaz, utilizando dos armas fundamentales: una lógica ilimitada y una agudeza psicológica de sorprendente aplicación. Doyle, que había cursado estudios de medicina, escribió también novelas históricas, ensayos sobre fantasía pseudocientífica y diversos escritos sobre espiritismo, una temática que el parecer le despertó, en la última época de su vida mucho interés. Debido a su fama adquirida en todo el mundo existe en Londres un museo a él dedicado.