Lo que debería ser un oasis de descanso y conexión, muchas veces se convierte en el escenario perfecto para el conflicto. «A muchas personas les sorprende que tantas parejas atraviesen crisis o incluso rompan durante las vacaciones», advierte el psicólogo de pareja Sebastián Girona, especialista en vínculos. «Parecería un contrasentido, pero en realidad tiene mucha lógica si entendemos lo que implica este cambio de rutina», agrega.
Y es que las vacaciones no solo son una pausa en el trabajo, también alteran profundamente la dinámica cotidiana de las parejas. Se pasa de verse unas horas al día a compartirlo todo, todo el tiempo. «Esa sobreexposición puede ser un catalizador de todo lo que no se ha querido ver durante el año», explica Girona. Según el psicólogo, muchas rupturas que suceden en verano no son culpa directa de las vacaciones, sino el resultado de conflictos que ya estaban, pero se ven amplificados cuando no hay rutina que los disimule. «El contexto puede ser idílico, pero lo que estalla es lo que venía gestándose mucho antes», afirma.
Además, Girona destaca un punto clave: la falta de diálogo previo. «El diálogo es el oxígeno de las relaciones, y suele faltar mucho más de lo que creemos. En especial en relaciones heterosexuales, donde a menudo los hombres tienen más dificultad para expresar lo que sienten», señala. Cuando hay hijos, la presión se multiplica. Las vacaciones en familia implican organización, cuidado y muchas expectativas. «Se quiere que todo salga perfecto, sobre todo para los niños, pero esa exigencia puede generar frustración, y si ya había tensiones, se terminan de encender», dice.
Cómo evitar que las vacaciones se conviertan en una pesadilla
La clave, según Girona, es dejar espacio para respirar. «Aunque parezca contradictorio, una buena forma de cuidar la pareja en vacaciones es replicar algo de la lógica del año: tener momentos individuales», recomienda. Leer en silencio, salir a caminar a solas, o simplemente desconectar por separado puede ser más saludable de lo que parece. También sugiere pactar momentos para dialogar de verdad, sin caer en charlas dispersas o tensas durante todo el día. «No se trata de hablar todo el tiempo de lo que está mal, sino de elegir un momento y un espacio para eso. Lo importante es que sea genuino», explica.
En definitiva, las vacaciones funcionan como un espejo: reflejan cómo está la pareja en realidad. «Cuando ni siquiera en un entorno relajado logramos disfrutar juntos, probablemente ese ‘nosotros’ ya venía herido», concluye Girona. «Las parejas no se separan solo por discutir. Se separan, sobre todo, cuando ya no hay disfrute».
Los matrimonios han de observar reglas munuciosas, envaradas, pautadas, ritualizadas, que el divorcio acecha. Hay que disfrutar; evitar ocupaciones, dedicaciones y esfuerzos, sólo disfrute.