Una semana después de la 'crisis del Sol y Mar', la normalidad regresa con cuentagotas a una zona que, en condiciones normales, sería un desierto a estas alturas del año. Hoteles, supermercados, bares y souvenirs cerrados a cal y canto, y apenas una farmacia, un par de bares (Nelson's y Sureda) y una peluquería abiertos en un kilómetro de la redonda componen la fotografía de un enclave provilegiado, a pocos metros de la playa y ante la parada de taxis.
Sólo el paso del bus del TIB, el autocar de transporte escolar y alguna patrulla de la Policía Local de Son Servera, rompen la monotonía en la que viven los residentes y vecinos permanentes, los que este invierno han sido testigos de la controvertida pero real okupación del apartahotel 'Sol y Mar'. En su interior, la normalidad se intenta recuperar a pasos forzados. Los operarios de la empresa explotadora siguen con labores de reforma y puesta a punto para el inicio de la temporada turística, a la par que reparan los desperfectos causados por los ladrones y los okupas en la recepción y diferentes estancias.
Sobre el parqué, yacen las herramientas profesionales que han sido recuperadas y devueltas por la Guardia Civil y que, dicen los empleados, fueron requisadas por los okupas y escondidas en las habitaciones en las que moraron hasta el pasado fin de semana, donde aparecieron también las demás llaves e incluso cobre y otros enseres.
Siguen pensando en abrir, pese a todos los procedimientos en marcha y la repercusión de la okupación del 'Sol y Mar', y para ello trabajan, además de en adecentarlo, en mejorar las medidas de seguridad de todo el recinto para evitar nuevas incursiones. Un asunto que sigue atrayendo hasta Cala Bona a periodistas de medios locales, algunos nacionales y incluso uno alemán que compareció en la fría mañana de este martes para preguntar por el propietario. «No vendrán, no hace falta que esperen...», les dicen.
Interrogante
Vecinos y curiosos asoman la vista al interior de la recepción mientras los trabajadores de la empresa siguen, sigilosos, a lo suyo. El tema de conversación es el mismo y la pregunta, en muchos casos, idéntica: «¿Quién les ha metido aquí?». Una cuestión clave para desenmarañar un caso que ha abierto un polémico 'melón' y ha activado las alarmas del vecindario, pero también del sector. El primero anda más tranquilo; el segundo, se pone en guardia, ya mirando especialmente al próximo invierno, unos meses tan largos como inquietantes viendo lo que puede llegar a pasar.
«Está más tranquilo esto», dice uno de los vecinos que pasea por la calle paralela al paseo marítimo de Cala Bona, donde se ubica en 'Sol y Mar', frente a una parada por la que han pasado más dotaciones de la Guardia Civil y la Policía Local de Son Servera que taxis a lo largo de los últimos días. En diagonal, sigue estacionado e inmovilizado el vehículo identificado por la fuerza pública (al parecer comprobaron que no tenía seguro ni la ITV en regla), próximo al punto de avituallamiento de los okupas, reforzado con un añadido en la parte superior que impide saltar o hacer llegar comida por ahí.
El cepo amarillo sigue amarrado a la rueda delantera izquierda. Eso sí, dentro ya no queda nada. Toda la ropa, mantas y demás objetos apelotonados en los asientos han sido desalojados. Días atrás, una persona merodeaba en torno al vehículo; cuando se le preguntó si era el propietario, lo negó y enseguida abandonó la zona. Ahora, rebajada la tensión y la permanente presencia policial, y sin okupas en el interior de los apartamentos, ya no queda nada en su interior. Otro capítulo más de un serial que no sabemos qué sorpresa nos deparará cuando menos lo esperemos.