Inge Gisela Von Stein era una estilosa residente alemana en Mallorca, que vivía en un exclusivo chalet de una urbanización de Canyamel, en Capdepera. Se dedicaba a la ventas inmobiliarias de alto standing. En agosto de 2012 desapareció de forma misteriosa y durante semanas su familia la buscó desesperadamente. Axel, su novio, explicó que se había marchado de viaje "para meditar", dejando entrever que atravesaba por una crisis personal. Sin embargo, la elegante Gisela yacía enterrada en el jardín de la vivienda, tras haber sido asesinada por su compañero. Esta es la crónica de un crimen que estremeció a la comunidad alemana y cuyo origen fue que la mujer descubrió que su pareja le era infiel.
Gisela y Axel vivían en el número 107 de la Vía Costa, en Canyamel. Se trataba de un espectacular chalet sobre los acantilados, con vistas al mar. Los vecinos recordaron que ambos llevaban un elevado tren de vida, aunque últimamente las cosas se habían torcido y aquella bonanza económica había dado paso a una época de incertidumbre. La crisis del ladrillo golpeaba con fuerza las ventas.
Entre el 8 y el 14 de agosto, la fecha nunca pudo ser concretada, la pareja discutió por última vez. La empresaria, de 66 años, había descubierto que Axel, de 64, le era infiel con otra mujer. El lujoso chalet fue escenario de una tremenda disputa, que finalizó cuando el alemán arrojó a su novia sobre la cama y le destrozó el cráneo con un objeto contundente. Golpeándole una y otra vez, sin piedad. El ataque fue tan brutal que no le quedó un hueso en la cabeza sin triturar. Luego, Axel ideó un plan para deshacerse del cadáver y continuar con su vida, como si nada hubiera pasado.
Mientras tanto, la prioridad era tranquilizar a la hija y los familiares de Gisela, que se mostraban muy preocupados porque llamaban a la sexagenaria y no obtenían respuesta. El asesino se inventó una historia para tranquilizar a su entorno: su novia no pasaba por su mejor momento y había decidido irse de viaje a Francia, para meditar y estar con unas amigas. Cometió, sin embargo, un error. La hija conocía al círculo de amistades de su madre y ninguna se había ido de viaje con ella.
Durante semanas y meses, nadie tuvo noticias de Gisela. El pesimismo cundía y la historia llegó a oídos de la Guardia Civil, que puso en el punto de mira a Axel. El 10 de octubre, unos sesenta días después del brutal asesinato, todo acabó para el criminal. Los investigadores habían estado estrechando el cerco sobre él y habían confirmado que había mentido. Con todo, era imprescindible encontrar el cuerpo de la mujer, para poder imputarlo por asesinato.
Ese día, finalmente, el sospechoso se derrumbó y llevó a los agentes hasta la tumba de Gisela. En realidad, la empresaria inmobiliaria nunca había salido de su chalet: Axel la había enterrado en el jardín, aprovechando un hueco junto a la escalera, a un metro y medio de profundidad. Había envuelto el cadáver en unas sábanas y bolsas de plástico. Los agentes que exhumaron el cuerpo descubrieron, en seguida, que le habían destrozado la cabeza a golpes.
El asesino confeso fue detenido y encarcelado, y en marzo de 2015 se sentó frente a un jurado popular, en la Audiencia de Palma. Reconoció el crimen y como había colaborado con los investigadores pudo acogerse a un pacto y aceptó diez años de prisión. Reiteró que había perdido los estribos porque Gisela había descubierto que tenía una aventura. También indemnizó a la hija de la asesinada con 300.000 euros. Todavía hoy en día, doce años después del brutal crimen, los vecinos de Canyamel recuerda el trágico final de Gisela: enterrada en su jardín por su novio infiel.