El 9 de noviembre de 2010, un anciano de 86 años llamado Miquel Llodrá, atropelló mortalmente a su mujer, de la que se estaba separando, en un chalet de Pollença. El octogenario mallorquín sostuvo que se había tratado de un desgraciado accidente, pero una cámara lo delató. El conductor, finalmente, fue detenido e ingresó en prisión por el homicidio de Anne Wanjiru. Esta es la crónica de un crimen que de no ser por una grabación posiblemente habría pasado por un desafortunado atropello.
La pareja mantenía una complicada relación y estaba en trámites de separación. Las peleas entre ellos eran continuas y Llodrá sostuvo en distintas ocasiones que ella lo amenazaba y había llegado a agredirle. La mujer era natural de Kenia y el mallorquín había sido traductor de la ONU. La relación inicialmente idílica entre ambos había ido degenerando hasta el extremo de que no podían ni verse. Por ese motivo, el jubilado acudió a la casa de Es Calvari a primera hora: «Sabía que ella y el niño estaban durmiendo», contó a los investigadores.
Llodrá quería recuperar un busto propiedad de su hermana. Entró en la casa, localizó la escultura y cuando se disponía a marcharse hizo un ruido que alertó a su todavía esposa, que se encontraba en el piso de arriba. La mujer africana bajó y se encontró con él. Discutieron de nuevo de forma acalorada. Ella no quería que se llevara nada de la lujosa propiedad.
A continuación, el anciano salió al exterior de la vivienda y se subió a su coche. La mujer se puso delante, para evitar que maniobrara. En un momento dado llegó a sentarse, con las piernas cruzadas. Pensaba que de esta forma su marido devolvería el busto a la casa. Sin embargo, Llodrá aceleró bruscamente y se llevó por delante a la mujer, a la que arrastró durante quince metros. Cuando detuvo el coche, la lesiones que presentaba la víctima eran mortales.
Tras el atropello, el conductor se apeó, se dirigió al interior de la casa y despertó a su hijo, al que comunicó que había atropellado accidentalmente a su madre. Cuando los sanitarios llegaron no pudieron hacer nada por Anne. Sin embargo, el conductor no contaba con un detalle clave: en la casa se habían instalado cámaras de seguridad, que grababan todo lo que sucedía en el exterior. Incluso en la verja de acceso había unos carteles que lo anunciaban.
La Policía Judicial de la Guardia Civil solo tuvo que visionar aquellas cintas para confirmar que la versión de Llodrá no se ajustaba a la realidad. Fue arrestado por un delito de homicidio, a pesar de que continuó clamando por su inocencia, y pasó a disposición judicial en los juzgados de Inca.
Miquel Llodrà llegó a los juzgados de Inca en torno a las diez y media de la mañana, transportado en un vehículo de la Policía Judicial de la Guardia Civil. Iba sin esposas y aparentemente relajado. De hecho, ante la aglomeración de cámaras delante de él se permitió ironizar y pedir paso para «el gran asesino». Ni familiares ni curiosos acudieron al edificio judicial, en el que tampoco se adoptaron medidas de seguridad extra por la llegada del hombre de 86 años.
Tras declarar durante un par de horas, asistido por el abogado Josep Antoni Cifré, la Fiscalía solicitó su ingreso en prisión preventiva. La defensa pidió que, dada su edad, se adoptaran otro tipo de medidas cautelares más suaves, como el arresto domiciliario. Sin embargo, ante la gravedad del delito que se le imputaba -homicidio- la juez optó por imponer la medida más dura de ingreso en prisión. De esta manera, Llodrà fue conducido hasta el centro penitenciario de Palma. Antes de salir, desorientado, pidió a los agentes que le devolvieran la documentación y el cinturón.
El mes de enero de 2012, tras el juicio, la Audiencia de Palma lo condenó a tres años de cárcel por el atropello mortal. El Jurado había considerado probado que Llodrá cometió un homicidio imprudente. Tras una discusión con su mujer, ésta se puso delante de la puerta de la casa para impedirle salir. El acusado, tras intentar que se moviera, volvió al vehículo. Ella se sentó delante y él arrancó. La edad de Llodrà y su estado mental en el momento de los hechos convencieron al jurado popular de que el atropello fue accidental.
La condena, sin embargo, fue recurrido y mermó nueve meses. El Tribunal Superior de Justicia rebajó de tres a dos años y tres meses la pena de cárcel para el octogenario. La Sala de lo Civil y lo Penal concedió un atenuante más al condenado y consideró que actuó en un estado de enajenación mental cuando atropelló a la mujer a la puerta de la casa en la que ella vivía. Años después, Llodrá falleció.