Para la Guardia Civil es un depredador sexual. Que durante más de diez años ha aprovechado su condición de profesor de judo para abusar sexualmente de, al menos, once niños. El juez, sin embargo, no tiene tan claro que se trate de un pederasta en serie y lo ha dejado en libertad con cargos, en contra del criterio de la Fiscalía, que estudia recurrir la decisión. Su abogado, Eduardo Luna, sostiene que no hay motivos para encerrarlo. Y este sábado, Francisco Manuel Sánchez Sanz, el acusado, rompió su silencio en primicia para Ultima Hora y aseguró que todo se trata de una venganza: «Puede ser que haya sido cariñoso con los chicos, pero nunca abusé de ellos. Y les hacía regalos para motivarlos en los estudios».
Usted proclama su inocencia, pero ¿cómo justifica que once jóvenes se pongan de acuerdo para denunciar que cuando eran niños abusó de ellos?
—No lo comprendo, la verdad. Nunca los he sometido a tocamientos con intenciones oscuras. Eso lo diré mil veces si hace falta. Si los he tocado ha sido en el ámbito estrictamente deportivo. Como profesor que enseña a sus alumnos en una clase de artes marciales. No de una forma extraña, eso se lo aseguro.
Ejercía de profesor de judo sin tener licencia.
—Empecé a dar clases hace muchos años, en Son Servera. Soy cinturón negro quinto dan. Al principio trabajé en gimnasios y luego monté el mío, hace cinco o seis años. Este último año he estado sin la licencia en vigor porque no tenía alumnos competidores. Ni tampoco muchos alumnos, así que no salía rentable. En total tenía ahora cinco o seis alumnos, adultos.
En su declaración ante el juez aseguró que sólo hacía sido cariñoso con los niños.
—Es que es así. Soy cariñoso con ellos como soy cariñoso con mis tres hijos. A mis alumnos los he respetado siempre, como si fueran hijos míos. Me volcaba con ellos, para que se portaran bien en sus casas, además de ser buenos deportistas. Que ayudaran a sus padres, que fueran personas de provecho.
¿No es raro que se los llevara a dormir a su casa?
—No venían a dormir. A ver, cuando hacíamos algunos entrenamientos o cenas a lo mejor, de forma ocasional, se quedaban en mi casa. Pero estaban también mis hijos. Y los padres de los alumnos venían a cenar. No veo nada raro en eso.
Usted hace un tiempo ya tuvo una denuncia similar, ¿verdad?
—Hace años hubo algo, pero se archivó. Fue algo parecido a lo de ahora, por tocamientos.
La Guardia Civil lo detuvo el martes en su casa.
—Sí, a eso de las siete y media de la mañana. Era la Policía Judicial. Llamaron a la puerta y cuando abrí me detuvieron y me pusieron los grilletes. Luego entraron en mi casa y me dijeron que iban a hacer un registro. Mi hija mayor, de 16 años, estaba conmigo. Lo vio todo. No la dejaron salir del cuarto y luego llamaron a su madre para que la recogiera. Yo estaba medio dormido y no sabía qué estaba pasando.
Se llevaron sus ordenadores y teléfonos móviles en busca de fotos con contenido pedófilo. ¿Han encontrado algo?
—No sé si han encontrado algo. Es cierto que tenía fotos de los chavales, pero eran de competiciones y de eventos relacionados con el judo. Nada raro, se lo puedo asegurar. Fotos de años pasados, de fichas y esas cosas. Eran fotografías de niños y de niñas para licencias.
Con su exmujer no tiene una buena relación. Ella le denunció.
—Pero no fue por esto que se investiga ahora, fue un tema de impago de pensiones. Tuve una mala época laboral y no podía pasarle la manutención de los niños. Algo que es bastante habitual en otras parejas, por desgracia. Ahora, gracias a Dios, sí puedo pagar.
Usted sostiene que las denuncias por abusos sexuales responden a una venganza.
—Todo esto me viene muy de nuevo. Cuando me separé, mi exmujer me dijo: «Te haré la vida imposible». No sé. Podría ser una venganza, pero no entiendo por qué.
¿Quién tiene la custodia de los hijos en la actualidad?
—La madre.
Lo que parece bastante raro es que hiciera regalos costosos a sus alumnos. ¿Cómo lo explica?
—Tiene su explicación, se lo aseguro. Les podía regalar algo, es cierto, pero siempre que ellos se lo ganaban con su esfuerzo. Me explico: Yo los motivaba para que fueran buenos estudiantes y si sacaban buenas notas o recuperaban asignaturas que les habían quedado los gratificaba. Es falso eso que se ha dicho de que les pagaba viajes. Han venido conmigo a algunas competiciones fuera, pero siempre con el permiso de los padres. Si ellos hacían un esfuerzo en los estudios, tenían su recompensa.
Pero usted era su profesor de judo, no su maestro o tutor del colegio.
—Ya, pero le repito que era una forma de motivarlos. ¿Qué hay de malo en ello? Si trabajaban duro se ganaban que les regalara algo. Una videoconsola, por ejemplo.
¿Una Play Station?
—No sé qué marca era.
¿Escuchó las amenazas de muerte que vertieron contra usted algunas personas cuando llegaba detenido al juzgado el jueves?
—No, no me di cuenta. No me enteré de nada.
¿Cómo le han recibido sus vecinos tras quedar en libertad?
—Sin ningún problema, me han recibido súper bien.
Su abogado, Eduardo Luna, consiguió que quedara en libertad con cargos, pero la Guardia Civil y la Fiscalía creen que debería estar en prisión.
—No veo motivos para que esté en la cárcel, yo no he hecho nada malo a nadie. Sólo he sido cariñoso con mis alumnos porque yo soy así. Soy buena persona. Y nada rencoroso.
¿Ve normal que motivara a esos alumnos menores de edad con besos y abrazos?
—Con algunos chicos nos saludábamos así, no es algo fuera de lo normal. Insisto en que soy cariñoso, sí, y a lo mejor han confundido ese cariño con otra cosa. Mucha gente me ha apoyado y la gente que me conoce sabe muy bien cómo soy. No tengo maldad. No soy un abusador de niños como se cree la Guardia Civil.
A raíz del escándalo ha perdido también su trabajo como camarero en Cala Millor.
—He llegado a un acuerdo con el dueño del bar en el que trabajaba porque yo miro por las otras personas y no quiero que por mi culpa tenga problemas. Se ha portado siempre muy bien conmigo y no quería perjudicarle. Eso es todo. Tendré que buscar otro trabajo.
La mayoría de niños que le han denunciado eran de familias humildes o desestructuradas. Más vulnerables.
—Yo siempre he trabajado con niños humildes y los he intentado ayudar. Proceden de familias trabajadoras. Y yo les apoyaba en el ámbito deportivo y también en el personal. He querido ser como un padre para ellos.
¿Qué va a hacer ahora?
—No sé qué haré con mi vida. Tengo un lío enorme en la cabeza, tengo que asimilar lo que ha pasado e intentar luchar para limpiar mi imagen. Tengo que hacerlo por mis hijos. Le repito: he podido ser cariñoso con esos chicos, pero nada más. No ha habido abusos sexuales.