«Buenas noches, Andreu. ¿Usted quería a su padre?». En los juzgados de Vía Alemania ya ha caído la noche. Es viernes. Uno de los abogados lanza esa pregunta envenenada al asesino de Alaró. El joven lo mira, sin inmutarse: «Alguna vez». Luego añade: «Cuando iba en coche con él y cuando estábamos en casa del abuelo». Este es el relato de dos niños psicópatas -Fran y Andreu- que se conocieron matando jugadores en el videojuego Call of Duty y después decidieron matar en la vida real.
A principios de 2012, la Play Station 3 une para siempre a Andreu y Fran. El primero juega compulsivamente, desde Alaró. El segundo es otro ‘crack' del juego, desde Zaragoza. Chatean y deciden formar equipo ‘online'. Aún no saben que año y medio después también serán un tándem: de asesinos.
Primer viaje
Pocos meses después, Andreu, que por entonces estrena su mayoría de edad, viaja a la capital maña para conocer a su compañero de partidas. Ambos comprenden enseguida que son almas gemelas: raros, retraídos y un tanto siniestros. Sólo un punto los aleja: Fran Abas no sólo siente amistad hacia Andreu Coll. Incluso se le declara, pero el mallorquín lo corta: «Si vuelves a intentar algo, dejamos de ser amigos para siempre». Y Fran cumple su promesa. Le basta con estar cerca de Andreu. «Ayudé a matar a su padre por amor», llegó a declarar el viernes en el juzgado.
En Alaró
A Andreu su padre y su abuelo le regalan una moto y después el Audi TT del empresario. Una máquina que consume muchísimo, así que a los 650 euros de sueldo que le pagan en la empresa familiar PalmaMátic, le añaden el kilometraje. Para compensar sus viajes entre Palma y Alaró. Dos años atrás, su padre había ganado la custodia y Andreu es el único de los tres hermanos que se va a vivir con él. Toni y Ainara residen en Santa Ponça con Antonia, la exmujer del empresario. La relación familiar entre los miembros es caótica. El exmatrimonio acude en numerosas ocasiones a los juzgados, y los hijos son usados como moneda de cambio. De trasfondo una fortuna de 50 millones de euros, que Andreu Coll Bennàssar administra con celo patológico. Casi un avaro de Molière. Pero con sus hijos no racanea. A su exmujer le pasa 800 euros por niño, más colegios de pago (Luis Vives y San Cayetano), seguros médicos y manutención. Unos 6.000 euros al mes.
Buena vida
Cuando a Andreu hijo le preguntan los investigadores por qué se fue a vivir con su padre, no lo duda: «Para vivir mejor, tenía dinero». También es cierto que cuando eso ocurre está cansado de los llantos de su nuevo hermanito que acababa de nacer, fruto de una nueva relación de su madre. Por entonces, el empresario, hombre atractivo y con encanto, también ha rehecho su vida. Sale con una elegante rubia moldava llamada Inna, bastante más joven que él. La eslava tiene una hija, de nombre Iula, que tiene la misma edad que Andreu junior. La diferencia de edad acaba pasando factura y el 28 de febrero Andreu e Inna rompen. O mejor dicho, el empresario la deja. Llega el verano y Fran viaja a Mallorca el 27 de junio, invitado por su alter ego isleño. La finca de sa Teulera, en Alaró, es muy espaciosa, pero los dos jóvenes comparten habitación. Y sobredosis de Call of Duty, que en castellano se traduciría como «llamada del deber». De once de la mañana hasta el almuerzo, y de tres de la tarde hasta dos de la madrugada, los dos amigos se sumergen en el violento videojuego. Todos los días, sin excepción. La Play Station se convierte en una obsesión, como la idea de matar al padre.
Bollería
Lo primero que traman es eliminarlo con una sobredosis de somníferos, de los que el empresario utiliza para dormir. En unos bollos le introducen hasta cinco pastillas, pero Andreu sólo queda atontado. Al día siguiente, madrugada del sábado al domingo 30 de junio, ya no tienen tanta piedad. De la muerte aséptica por sobredosis, pasan al asesinato más brutal. Un «A sangre fría» de Truman Capote en versión mallorquina. Fran y Andreu lo destrozan con 40 golpes. Game Over: el juego ha terminado.