Pirgit estaba cansada de que su papelería de Cala Major fuera víctima, día sí y otro también, de robos y hurtos, y decidió tomar la delantera a los delincuentes: «Coloqué una cámara de vídeo oculta e hice fotocopias de las tarjetas telefónicas, que es lo que siempre se llevan. El martes por la tarde picaron y ¡zas!, se fueron con las copias, que no valen nada, y encima quedaron grabados en una cinta que he entregado a la policía». El negocio «La Pirámide» está emplazado en la calle Joan Miró número 288, en Cala Major, y está regentado por Pirgit y su marido.
La mujer danesa, de 49 años, se ha estado tomando su particular via crucis con relativo humor, hasta que recientemente decidió recurrir a su hijo, que posee una imprenta y le 'falsificó' las tarjetas telefónicas que vende en la papelería. Luego las colocó estratégicamente en el mostrador, al alcance de los hampones, y reforzó la 'contravigilancia' con una cámara de vídeo, estratégicamente colocada. El martes, por fin, los delincuentes 'picaron'. «Vinieron dos rumanos y uno me llevó fuera de la tienda, para pedirme por un periódico.
El otro que se quedó dentro metió la mano en la vitrina y se apoderó de un fajo de tarjetas, que si hubieran sido reales hubieran costado casi medio millón de pesetas», contó Pirgit, con una sonrisa orgullosa dibujada en su rostro. La mujer no descubrió el robo hasta la noche, y le embargó una sensación de triunfo un tanto pueril: «Aunque parezca una tontería, era como si les hubiera ganado. Les había engañado por una vez y además habían quedado retratados en el vídeo; sólo quería que supieran que estaba harta de sufrir hurtos cada día y que no me iba a quedar con los brazos cruzados», relató. «Lo que hice no es nuevo, no he inventado nada. Símplemente les coloqué un 'gancho' y picaron», añadió la mujer danesa.
Pirgit ha puesto los hechos en conocimiento de la policía «que ya conocen de sobra mi historia», aunque asegura que no conoce de nada a los dos individuos que aparecen en la grabación, uno de ellos en actitud claramente delictiva. Sobre las posibles represalias ante su actitud valiente, la mujer es tajante: «No, que va, no tengo miedo. La cuestión es no resignarse y plantarles cara con tus armas, sin hacer daño a nadie». En Cala Major, de un tiempo a esta parte, los incidentes, hurtos al descuido y robos nocturnos se han disparado y los comerciantes, además de los vecinos, son los que padecen esta inseguridad. Pirgit lo tiene claro: si por ella es los ladrones no lo van a tener nada fácil.