En una semana llena de malos, por lo menos hay un héroe. Vishwash Kumar Ramesh, el señor de 40 años que fue el único superviviente del vuelo de Air India que se estrelló en Ahmedabad poco después de despegar con más de 240 víctimas. No se sabe si Kumar es buena o mala gente ni mucho más que de su historia. Pero tiene apenas unos rasguños en una combinación de mala suerte, una chiripa enorme y algún mérito propio. Los expertos explican el milagro en una casualidad y en los reflejos del pasajero. Viajaba en el asiento 11a, que se pondrá por las nubes a partir de ahora. Ventanilla. Pegado al ala y sin nadie delante. Era la primera fila de turista justo detrás de la clase business, en la que, huelga decirlo, nadie sobrevivió. A la mala suerte de subirse en un avión que se estrelló, cuando miles despegan y aterrizan cada día sin incidente, se le contrapone la ubicación en la que iba. El fuselaje es más fuerte en esa zona y el ala también ayudó a que sobreviviera al impacto contra un edificio sin daños graves. Debió ocurrir lo mismo con otros pasajeros y ahí viene la segunda ventaja que tuvo: al estar detrás de business tenía más espacio y ningún asiento delante. No quedó atrapado ni espachurrado entre las butacas y tuvo el espacio suficiente como para poder moverse y desengancharse el cinturón. Otros no pudieron. El superviviente tuvo el mérito de reaccionar rápido y pudo salir del Boeing antes de que se incendiara el combustible. Se ignora por dónde salió del avión: si por una salida de emergencia o por una brecha provocada por el choque. Nueva fortuna en cualquier caso. Tenía una vía de evacuación a mano. Así pues, Kumar salvó la vida por una rápida reacción y por una rara mezcla de casualidades. Sin las unas y sin la otra, estaría igual que el resto de pasaje. A partir de ahora, siempre cerca de una salida y en el fila 11. Por si acaso.
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