Dice el embajador Rafael Dezcallar en su nuevo libro El ascenso de China que presentó el lunes pasado en el Círculo Mallorquín, que China está intentando cambiar el actual orden internacional introduciendo en él características chinas y negando la universalidad de determinados valores como los derechos humanos.
No es una situación que nos pueda dejar indiferente. Cuanto más ‘imite’ Estados Unidos a China, cuanto más haga Trump para convertir esa pugna en la pelea definitiva, cuanto más se empeñe en hacer buena su frase «quien salva a su país no viola ninguna ley» más peligro corremos de que efectivamente el mundo esté dirigido por una potencia no democrática y de que los valores democráticos sean sustituidos por el populismo y las soluciones técnicas.
Si Estados Unidos se acerca a China en vez de que China se acerque a los valores y principios democráticos, podríamos aproximarnos al final de una época. Y con Trump todo puede ocurrir. Nadie diría que el sistema político de Estados Unidos no es el de un estado de derecho y sin embargo se está recuperando del desastre que fue el primer mandato de Trump en este sentido.
Según el WJP (World Justice Project), un instituto independiente que examina la situación del estado de derecho en unos 140 países, la situación de Estados Unidos es muy insatisfactoria en varios aspectos (consideren este medidor como quieran). Vean estos datos de 2024. Por ejemplo, en cuanto a la administración de justicia penal imparcial, Estados Unidos ocupa el puesto 101 en una lista de 142 países. En la consideración de una justicia civil no discriminatoria está en el 115 de 141. Y en lo que se refiere a la no discriminación ha llegado a estar en el puesto 103 de 140 países. También es cierto que en el índice global (que agrupa todos los factores) sobre el estado de derecho ocupa el puesto 30 sobre 142 países, todavía lejos de la cabeza, donde nunca ha estado.
La errática conducta del presidente Trump con sus ataques a la libertad de expresión y de prensa, con su no aceptación de las decisiones judiciales, con sus decisiones sin respetar las competencias y autoridad del Congreso, etc., todo esto, está poniendo en peligro el estado de derecho y dando ideas a gobernantes populistas de otros países que no aceptan las limitaciones a sus poderes.
China está encantada con esta evolución. Ya hemos constatado la crisis de la democracia representativa (muy evidente en nuestro país donde el gobierno desprecia al parlamento). Si además dejamos los valores a un lado para competir con quien no tiene más valor que ser grande y poderoso, el orden mundial saltará en mil pedazos y no habrá quien lo reconstruya.