Pedro Sainz Rodríguez, primer ministro de Educación al inicio de la dictadura de Franco, publicó en 1978 un libro (Testimonios y recuerdos, Planeta, Barcelona), en el que expresa los, según él, intensos agravios que suponían las políticas de la Segunda República española, toda vez que «se obligaba a los terratenientes a roturar y cultivar sus tierras baldías, se protegía al trabajador de la agricultura tanto como al de la industria, se creaban escuelas laicas, se introducía el divorcio, se secularizaban los cementerios y pasaban los hospitales a depender directamente del Estado». Sin duda, de ahí a tomar el Palacio de Invierno hay un paso.
Frente al tópico de que España se hallaba ante una posible revolución, lo que se estaba planteando era otra cosa. Del añorado historiador económico Josep Fontana se acaba de publicar un libro póstumo, que recoge sus clases de doctorado impartidas en la Universitat Pompeu Fabra, sobre la República española, en el que alumbra en 600 páginas el desarrollo de un proyecto que fue bombardeado desde el primer momento por las fuerzas reaccionarias (Josep Fontana, La República, Universitat Pompeu Fabra, Barcelona). En este estudio se indica el propósito central de la República: la adopción de un régimen democrático que iniciara cambios ya observados en otras naciones, e incidir en la raíz de los problemas que arrastraba la sociedad y la economía española (analfabetismo, escasez de medidas sanitarias, dejadez por la cultura, problemas agrarios e industriales).
En 1931, las derechas iniciaron un agrio y violento proceso de descalificación hacia el nuevo régimen, surgido a raíz de unas elecciones municipales. «Gobierno ilegítimo», «amenaza catalanista», «régimen comunista», «bolchevismo», constituían algunos de los epítetos recurrentes que buscaban, desde los primeros días, desestabilizar al gobierno. En paralelo, se activaban otras herramientas, como el ruido de sables con conexiones demostradas con empresarios y financieros. La Iglesia bendecía todo esto, aportando la pátina de una espiritualidad con claros intereses: el temor a perder prebendas, como el control de la educación.
En 2018, tras una moción de censura, se articuló un gobierno progresista. Éste era inmediatamente calificado como «gobierno ilegítimo», «socialcomunista», «bolivariano», con un diseño de comunicación que enarbolaba, sin tapujos, un procedimiento profundo de desgaste, de desestabilización del nuevo Ejecutivo. En tal contexto, a las dificultades objetivas como la irrupción de una pandemia, la erupción de un volcán, encarar las consecuencias de los acontecimientos en Cataluña, el estallido de una guerra en Europa, el repunte de la inflación, la letalidad de una riada descomunal en Valencia, un apagón generalizado, entre otros desafíos acaecidos en un margen temporal breve, la respuesta de las derechas ha sido la negación de cualquier soporte en situaciones extremas -el caso de la pandemia es ilustrativo al respecto-. Negativas plagadas muchas veces de contrainformaciones y bulos.
Algo muy parecido -aunque la rima sea, como es natural, imperfecta- a lo observado décadas antes, durante la República. Déjà vu.
Ya lo dijo el historiador Jacob Burckhardt: “Negar la complejidad es el comienzo del fracaso…” La II Republica fue tan loable en sus intenciones como sectaria y torpe en su ejecución. La II Republica, una democracia sin demócratas (Javier Tusell) Al final, ni la reforma, ni la reacción, ni la revolución lograrían imponerse entre 1931 y 1936. El régimen republicano ni supo ni pudo aplicar una estrategia reformista que calmara el espíritu reaccionario de la derecha; ni el ardor revolucionario de la izquierda (Enrique Moradiellos) El régimen republicano se había descompuesto antes del golpe militar del 36 (Juan José Linz) De la Reforma Agraria se dijo que en lugar de estar hecha para los campesinos, se notaba que estaba hecha por abogados Como conclusión, si hubiera que sintetizar las principales responsabilidades de cada uno, estas fueron: - Los republicanos (de izquierdas) anteponiendo Republica a Democracia - Los socialistas, anteponiendo Socialismo a Republica y Revolución a Democracia - Las derechas, anteponiéndose su Conservadurismo a Reformas Ya es hora de tratar un hecho histórico como la II Republica con un mínimo rigor. Sobre todo si se es profesor universitario. Por cierto, la masacre de Casas Viejas ocurrió durante el gobierno de coalición entre republicanos de izquierda y socialistas, presidido por Manuel Azaña.