En los almuerzos con amigos que tienen ideas y posiciones sociales muy diferentes siempre sale a debate la superpoblación de Mallorca. No soy, quien saca el tema, ni lo induzco, llega solo y siempre igual; hay un exceso de gente en las calles, turistas, coches, atascos, caravanas, chabolas, y nadie hace nada. Llegado el momento intervengo con un mismo argumento: «Ya no son chabolas. En ‘El Hoyo’, en es secar de la Real, los chabolistas parcelan y construyen a su aire calles, casas de ladrillo, piscinas y ahora me han dicho que instalan fibra óptica». Y prosigo, con un punto de ironía: «Cosas se hacen. Por ejemplo, mientras se ejecutan las obras para que el aeropuerto sea más funcional, las mesas de diálogo para la sostenibilidad realizan grandes estudios para el Govern». Y como los contertulios siempre me dan la razón, me he animado a hacer este artículo y a formular unas preguntas a nuestros representantes en el Parlament. A Vox: ¿cabe todo quisque en Mallorca, señora Cañadas, o sólo sobran los ‘ilegales’? A nuestras presidentas Marga y Francina: ¿Por qué en este tema PP y PSOE tienen la misma ‘visión de Estado’, que es mirar hacia el otro lado? Y a Més: estimado Lluís Apesteguia, ¿reflexionar en serio sobre el fenómeno migratorio de 15.000 residentes más cada año, es excluyente, xenófobo, tal vez? A Cristina Gómez, de Podemos: «¿Existe un límite poblacional, para una isla? Es curioso, llevamos décadas hablando de salvar nuestra lengua y nuestra cultura y a mí me parece que, en realidad, somos los mallorquines quienes estamos a punto de disolvernos y desaparecer.
En disolución
Miquel Serra | Palma |