Las sirenas antiaéreas de Palma fallaron la mañana del lunes 24 de mayo de 1937. Once aviones republicanos sortearon la vigilancia volando a gran altura y después planearon en silencio para caer sobre la ciudad. Los vigías no activaron la alerta a tiempo y el plan salió redondo. Hubo récord de víctimas: 17 muertos y 50 heridos. Casi todos eran civiles. Ocho mujeres y tres niñas murieron en el derrumbe de sus casas porque el ataque les cogió durmiendo. Estas víctimas están totalmente olvidadas porque nuestras instituciones democráticas nunca se han interesado por ellas.
Uno de los fallecidos se llamaba Jaime Rosselló Bonet. Tenía 27 años, trabajaba de albañil y vivía con su mujer y su bebé de diez meses en Son Espanyolet. Estaba en su casa cuando la metralla le alcanzó. Otra de las bombas cayó en el patio del colegio Son Espanyolet y milagrosamente no explotó. En el vecindario contaban que los aviones confundieron el colegio con un cuartel porque tenía izada la bandera roja y gualda. La nieta de Jaime, Marta, afirma que «fue una gran pena porque era muy joven». «Según la versión de mi abuela, él cubrió con su cuerpo a su hija, es decir, a mi madre. Así ella salvó la vida, pero la onda expansiva sacudió su cuerpo y le afectó a la columna. Siempre ha sufrido de la espalda. Con 18 años la operaron y le pusieron un corsé. Nunca hemos oído nada de homenajes ni pensión de viudedad. Sentimos mucha impotencia porque es una víctima totalmente olvidada».
El objetivo del ataque eran sobre todo los barcos de guerra del puerto. Acertaron sobre el crucero Baleares y algunos italianos, pero después la misión se descontroló. Los cazas fascistas despegaron de Son Sant Joan y los republicanos escaparon descargando el resto de bombas en lugares inverosímiles alejados de los cuarteles: Santa Catalina, Son Espanyolet, Son Pizà, La Bonanova, Gènova y Portopí. Según el historiador Massot i Muntaner, lanzaron en total unas 80 bombas, algunas de más de 100 kilos.
Por la tarde, hubo un segundo ataque, pero esta vez la población ya estaba prevenida. Las sirenas sonaron a tiempo y la gente pudo llegar a los refugios. Las ocho mujeres asesinadas se llamaban Apolonia Barceló Andreu, Francisca Ferrer Noguera, Ángela Ferragut Pradells, Joana Ferragut Pradells, Antonia Capellà Amengual, María Lloret Ferrer, Catalina Cañellas Riera y Ana Cerdà Botella, casi todas casadas y con hijos. Las tres niñas eran Tomasa Mir Rodríguez, de 10 años, y las hermanas Josefa y María Terrasa Lloret, de uno y siete años, las cuales murieron con su madre, Maria Lloret, en la calle Velázquez.
También falleció un guardia de seguridad mientras guiaba a la gente a los refugios. Se llamaba Antonio Mora Julià, estaba casado y tenía un hijo. La macabra lista la cierran el falangista Gabriel Mir Barceló, apoderado de Viajes Marsans, y los camareros Julián Garau Fullana y Antonio Guasch Guardiola. Hay además otro niño que todavía no he conseguido identificar.
La aviación republicana ejecutó esa semana tres bombardeos más sobre Palma y asesinó en total a 52 personas. A pesar de llevar años con políticas públicas de memoria, ninguna de estas víctimas inocentes tiene placa, piedra o web alguna de homenaje. Si tiene alguna información sobre ellas, por favor, escríbame a manuelaguilerapovedano@gmail.com.