Plantea el profesor argentino Marcelo Gullo en los inicios de su obra Nada por lo que pedir perdón el hecho de que España sea el único país del mundo en el que una parte importante de su población asuma la historia escrita por sus enemigos; y lo más inconcebible, el hecho de que un importante sector de intelectuales, políticos y periodistas pretendan convencernos de que España es culpable de las atrocidades mayores de la historia de la humanidad; de un genocidio, de violencias y torturas. Se pretende que nos avergoncemos de la conquista de América; por lo que, debemos pedir perdón una y otra vez. Cuando lo lógico sería estar orgullosos de la epopeya americana. Habiendo multitud de hechos que desmienten aquella falacia, como las leyes de Indias; la primera de las cuales de 7 de octubre de 1541 ordenaba ya que se fundaran hospitales en todos los pueblos de españoles e indios, donde debían ser curados los pobres enfermos y donde debía ejercitarse la caridad cristiana. Bajo cuyas prescripciones se fundó el primer hospital de Nueva España, el ‘Hospital de la Purísima Concepción y Jesús Nazareno’, erigido en la ciudad de Méjico en 1521 por Hernán Cortés, quien estableció en su testamento que debía ser sostenido con las rentas de los inmuebles que poseía en esa ciudad, lo que tuvo lugar hasta 1932, cuando murió el último descendiente del conquistador; pasando entonces a ser administrado por un patronato. Hospital del que nació la primera facultad de Medicina, en 1578, en el seno de la Universidad Nacional Autónoma de Méjico, la actual UNAM, que lleva más de cuatro siglos funcionando y donde tuvo lugar en 1956 la primera cirugía a corazón abierto de Hispanoamérica. Funcionando todavía al día de hoy. Donde actualmente trabajan unos setenta médicos y un centenar de paramédicos y personal de enfermería.
Lo que no constituye sino un botón de muestra de las realizaciones de los conquistadores españoles en Hispanoamérica. Pues se fundaron 32 universidades, escuelas y hospitales (más de mil), y ciudades como la de Méjico, Bogotá, Lima y Buenos Aires. Por todo lo que el Rey de España y todos nosotros, según algunos indocumentados o cínicos de mala fe, debemos pedir perdón. Aunque, menos mal que no exigen que lo pidamos de rodillas. Es un detalle de agradecer.