¡Sublime! Es el adjetivo que se me antoja para definir el concierto que el compositor menorquín Marco Mezquida dirigió el pasado jueves en el Teatro Principal de Palma. Con su Talaiot, para piano y orquesta, el joven compositor y pianista deleitó a un público con ganas de escuchar música de la buena viajando acompañado a través de la historia del arte de crear y organizar los sonidos y los silencios. Una historia que va desde el neoclásico y llega hasta el jazz.
El Teatro Principal fue el escenario elegido para el estreno del concierto Talaiot. El nombre no podía ser más oportuno. Ambicioso y a la vez selectivo. Un homenaje de Marco Mezquida a Baleares en el que se dieron cita la mejor tradición sinfónica con el sonido acompasado del jazz. Con él, para cerrar el círculo musical y formando parte del ciclo de la Orquesta Sinfónica de las Islas Baleares en el Principal, vimos a Pablo Mielgo al frente de la Sinfónica aderezando el escenario con sonidos tradicionales del nuevo mundo.
Hacía tiempo que no disfrutaba tanto escuchando a un virtuoso del piano a través del jazz. En realidad, no recuerdo la última vez que vibré gozando con este tipo de música. No hay muchas formas de unir el pasado con el presente y con el futuro. Del Talaiot al nou món lo consigue con naturalidad, sin necesidad de tener que forzar instrumentos y sin cambios bruscos. Algo que me parece una apuesta arriesgada de Marco Mezquida, y una misión provocadora para atraer a las nuevas generaciones. Porque, eso sí, como en casi todo en estos tiempos, hay que hacer un esfuerzo adicional para mostrar y demostrar a los más jóvenes que hay vida después de esas otras músicas que se componen sin solfeo, sin notas, sin pentagrama y que ni siquiera necesitan ser engendradas y paridas a través de instrumentos musicales.