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Medio siglo de los capitanes rebeldes

| Palma |

El día 31 de agosto de 1994 se celebró en Barcelona la reunión fundacional de la Unión Militar Democrática. Éramos doce militares (dos comandantes y ocho capitanes) convocados por el comandante Juli Busquets. Aprobamos un Ideario que constaba de dos partes, en una, se marcaba el objetivo de conseguir: una democracia equivalente a la de los países de nuestro entorno y, en la otra, proponía cambios y reformas en el Ejército para homologarlo con los de esos países.

La UMD ya estaba en marcha. Nacía por la necesidad que sentían los jóvenes oficiales de establecer un enlace espiritual entre los que poseían los mismos valores democráticos. Lo facilitaron las condiciones objetivas que permitieron en aquellos momentos que nuestro voluntarismo fructificase. En primer lugar, la influencia del espíritu liberal y progresista de la Ciudad Condal de entonces, que penetró en nosotros a través de vinculaciones sociales, culturales, y de la Universidad. Por otra parte, la existencia previa de un grupo de compañeros y amigos, que participábamos de las mismas inquietudes y estábamos en contacto.

Nos organizamos clandestinamente con el objetivo de colaborar con otras fuerzas a cambiar la estructura política, que en su gran mayoría rechazaba la sociedad española. Conectamos con los medios, conectamos personalmente y enviamos cartas a cientos de compañeros con ánimo de concienciarlos, nos entrevistamos con todos los líderes políticos para comunicarles que uníamos nuestra acción al objetivo común y mantuvimos ese contacto mientras estuvimos activos. Recopilamos nuestros escritos y pensamientos, que se convirtieron en un libro, incluso llegamos hasta Don Juan de Borbón. Juan Carlos llegó a decirle a Areilza el día que le nombró ministro: «Hay más UMD de lo que te supones».

Nuestro esfuerzo nadie lo financió, lo hicimos con el riesgo de perder la carrera y la libertad, impulsados por un imperativo ético, que dio fuerza a nuestro voluntarismo. Fue un movimiento patriótico entendido como servicio a una voluntad nacional que exigía dar carpetazo a la Dictadura. Queríamos dar testimonio de la existencia de militares dispuestos a luchar por la libertad, ya que la opinión general era que las Fuerzas Armadas constituían el freno para una evolución a un régimen. Quisimos ofrecer a la sociedad un rayo de esperanza sumándonos a la oposición democrática, la mayoría social, dispuesto a luchar denunciado el régimen dictatorial y boicoteando un hipotético golpe de estado. Golpe que llegaría cuando ya la UMD se había disuelto.

Pedro Silva en Las fuerzas del cambio dedicó un capítulo a la UMD que acababa con las siguientes palabras: A lo largo de la Transición no es fácil identificar a un grupo que intervenga en la misma más puro en sus objetivos, coherente en sus métodos, generoso y valiente en su actitud, que la UMD.

Solo fuimos alrededor de 200 militares los que desafiamos al régimen, unos fueron juzgados y condenados y nunca pudieron volver al Ejército, las amnistías no les alcanzó para la vergüenza de la democracia, pero si lo hizo con los asesinos de ETA. El resto fue arrinconado, la mayoría acabó fuera de sus filas en busca de otras ocupaciones. Solo dos hicieron carrera política. De los fundadores han fallecido la mitad. Se ahorraron la decepción de ver fracasar el régimen del 78 que concluye con la desaparición de los principios de igualdad ante la ley y de solidaridad, defendiendo intereses particulares, olvidando el bien común. De ver un país en manos de demagogos, polarizado en extremo, rota la convivencia lograda en la Transición, con las instituciones degradadas, incapaz de afrontar un proyecto común, con ataques a la libertad de expresión, con la Justicia humillada cuando no domesticada, con la separación de poderes casi invisible, con la práctica desaparición del control parlamentario y en grave riesgo de desmembración.

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