En el marco de la Universitat Oberta per a Majors, organizada por la UIB, el poeta filósofo Ponç Pons ha desvelado el contenido y nos ha interpelado con varias de las cuestiones que plantea en su último libro, Humanum est, escrito y firmado por su heterónimo Claudi Valeri.
Hemos progresado mucho tecnológicamente, pero humanamente no, porque seguimos cometiendo los mismos errores, atrapados por los mismos vicios, y también hemos inventado la tortura y la crueldad, afirma quien es calificado como el Montaigne menorquín. La sociedad actual esta cada vez más vacía de principios y de valores.
«Admiramos al erudito,
menospreciamos al sabio humilde,
confundimos el placer
con la felicidad».
La felicidad es un estado de ánimo que halla su sentido al estar en paz con uno mismo y con el mundo. Reivindica Ponç, amable, una teología positiva, inspirada en el ejemplo. Ante el vacío existencial se rebela contra el derrotismo y el pasotismo, y reclama, fortiter in re, suaviter in modo, una poesía comprometida con la realidad heterogénea de la todos formamos parte.
Ante el problema del mal y el silencio de Dios, pregunta: «¿Quiere, realmente, vuestro Dios ser loado y enaltecido? ¿Tiene la necesidad de que sea venerado y adorado?». Y la respuesta consiste en que Dios, más que incienso, quiere justicia.
El autor de Dillatari nos interroga, entre la fe y la duda: ¿Qué sentido tiene vivir? ¿Quién es Dios? Quien mejor lo ha definido ha sido San Juan: «Dios es amor». Y aquí añadimos el verso de Dante: «El amor que mueve el sol y las estrellas». O sea, que es capaz de mover el universo. También la afirmación de Albert Camus Sintes: «Solo conozco un deber, el de amar». Y lo remata San Agustín, con su máxima, subversiva y revolucionaria: «Ama y haz lo que quieras». Entonces hallaremos sentido a la vida y actuaremos con filosofía humanista.