Han pasado ya cuatro años desde que la UE pusiera en marcha los multimillonarios fondos europeos. Muchísimo dinero para mejorar aspectos muy concretos de la economía como la digitalización o la transformación energética. Sin embargo, tanto tiempo después seguimos sin saber exactamente en qué se ha gastado el dinero ya recibido. La falta de información es tal que la señora Hohlmeier, presidenta de esa comisión, llegó a preguntarse dónde estaba el dinero.
Es muy probable que algo parecido esté ocurriendo en otros de los países beneficiados, pero no consuela saber que en nuestro país, no sin dificultades, vayamos sabiendo algunos datos que dan cuenta de lo mal que se ha gestionado este asunto que fue creado para dar un impulso a la economía europea tras la tragedia provocada por la pandemia del COVID. Estos días sin ir más lejos, gracias a un estudio del Instituto Juan de Mariana, hemos sabido que la ejecución de estos fondos recibidos está un 75% por debajo de lo esperado por el propio Gobierno o que el impacto de lo ejecutado en el PIB está siendo cinco veces inferior a lo proyectado. Y otro dato que ya conocíamos, pero continúa causando escándalo es que el 80% del poco dinero ejecutado ha ido a parar para mayor asombro a organismos públicos. No sabemos tampoco, a día de hoy, si parte de ese dinero se ha destinado a otras empresas privadas o públicas o a qué menesteres. Parece, por las indagaciones de la justicia, que parte del dinero europeo ha ido a financiar asuntos que nada tienen que ver con sus objetivos. De hecho, estos días la Fiscalía Europea indaga en ello por ver indicios de malversación en el ‘caso Begoña Gómez'.
Lo que está claro es que esta movilización millonaria de fondos se hizo con un propósito y de momento no parece que se esté cumpliendo. Un dato esclarecedor en este sentido lo publicaba el pasado viernes The objective, la vicepresidencia para la Transición Energética, asunto clave, ha pagado en lo que va de año el 0,01% de los fondos asignados.