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Elecciones desenfocadas

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Si se mide la importancia de las citas electorales periódicas por el nivel de participación queda claro que lo de hoy es lo que menos importa en toda Europa. El personal, o la ciudadanía, acude más o menos en masa para elegir a su presidente, primer ministro o parlamento nacional, va un poco menos para sus órganos de gobierno municipales o regionales y ya, lo del Parlamento de la UE depende del día que haga. Es un proceso tan deslavazado que resulta que los de lo Países Bajos votaron hace cuatro días sin que el resto se enterara y ni han contado los votos para esperar a los demás. Si el mismo escalafón de importancia se hiciera en relación a las competencias que ahora mismo tiene cada una de las instituciones en el día a día de cada ciudadano, probablemente el orden sería justo el inverso. Un primer fallo es que son pocos los que saben exactamente qué se hace en el parlamento aquel. Lo saben Rosa Estarás, por práctica, y cuatro más en todo Balears. Y luego uno coge una botella de plástico y resulta que el tapón se queda agarrado al cuello y eso antes no pasaba. ¿Por qué ocurre eso? Esa molestia cotidiana, que tiene un sentido sin duda, es cosa que viene de Europa. Se podrá asegurar que es mucho más importante la amnistía a políticos catalanes, pero uno no le quita el tapón varias veces al día a Puigdemont y se le queda ahí agarrado. De lo más tonto a lo más grande como el tipo de interés de la hipoteca o las monedas en los bolsillos es cosa europea. Sin embargo, todo el argumentario de la campaña ha rondado cosas nacionales. La abstención que se produzca hoy, que será elevada, no tiene causa en una desafección ciudadana. Los primeros en abstenerse de estas elecciones han sido quienes, en lugar de explicar de qué se tratan y qué las hace importantes, han predicado sobre lo que no se decide hoy. Como hablar del asfaltado en unas Generales.

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